Iván Vitta
Tras la exitosa marcha del 8 de mayo pasado, que congregó cien mil personas en Santiago y decenas de miles más en otras regiones del país, el gobierno de la Nueva Mayoría parece haber adoptado una estrategia de zanahoria y garrote hacia el movimiento estudiantil, coincidiendo con el envío al parlamento de sus primeros proyectos de ley sobre reforma educacional y el primer mensaje presidencial. El objetivo es neutralizar a un movimiento social que mantiene su distancia crítica y autonomía respecto del gobierno.
La zanahoria, además de los primeros proyectos enviados el 19 de mayo al Congreso, fue la agenda corta anunciada en el mensaje presidencial del 21. Pero, sabiendo el rechazo que los anuncios iban a despertar entre la mayoría del CONFECH, en paralelo se iniciaron al menos dos operaciones políticas que apuntaron a aislar políticamente a las direcciones estudiantiles de izquierda radical.
En la primera de dichas operaciones, se buscó meter una cuña al interior de la CONFECH el día domingo 18, cuando terminaba una reunión de dicho organismo realizada el fin de semana. Cuando terminaba la reunión, sin mayores sobresaltos y habiéndose impuesto la línea crítica hacia el gobierno y sus proyectos, Naschla Aburman, presidenta de la FEUC y militante del NAU, juventud universitaria de facto de Revolución Democrática, denunció la existencia de una amenaza dirigida contra ella, exigiendo un pronunciamiento de la CONFECH contra la violencia. Pero su exigencia no se limitaba a una condena hacia las amenazas que habría recibido, sino que también demandó que esa condena se hiciera extensiva a los desórdenes que han acompañado las movilizaciones estudiantiles, rechazo que está lejos de contar con apoyo al interior del CONFECH y en que el NAU y RD han estado en una clara minoría.
Aburman entonces renunció a la vocería del CONFECH, cuestión que de inmediato fue presentado por los medios como un “quiebre” dentro de la organización estudiantil. La voz cantante en esta campaña mediática la llevó el periódico electrónico El Mostrador, convertido en voz oficiosa del gobierno, medio que presentó la posterior retractación de Aburman como un “quiebre de mano” a la CONFECH.
En otra operación claramente coordinada, Carabineros detuvo y presentó el día lunes 19 al estudiante Bryan Seguel, del entorno personal de la presidenta de la FECH Melisa Sepúlveda y militante del FEL como ella, como uno de los responsables de la golpiza que sufrió un efectivo de Fuerzas Especiales que tuvo la mala ocurrencia de perseguir solo, en el acto alternativo del 1° de Mayo, a un manifestante hasta el interior de la Plaza Brasil, que se encontraba llena de asistentes, quienes reaccionaron en defensa del perseguido. Este montaje policial terminó con Bryan en libertad, pues la corte rechazó las endebles pruebas presentadas por el Ministerio Público. Sin embargo, la inteligencia policial incautó y no devolvió el computador de Bryan, que fue requisado en el allanamiento de su domicilio.
El objetivo del montaje contra Bryan Seguel y de la operación “quiebre” del CONFECH apunta claramente a vincular a las dirigencias de izquierda del CONFECH a la imagen de “violentistas”, además de “intransigentes”, y lograr así su pérdida de legitimidad y aislamiento político respecto de las amplias masas ciudadanas que apoyan las demandas por la educación planteadas por el movimiento estudiantil.
Se repite el guión de inicios de la “transición”, cuando las organizaciones más o menos autónomas fueron aisladas y divididas, para eliminar obstáculos para la gobernabilidad. La reconstrucción de la gobernabilidad neoliberal por la Nueva Mayoría los obliga a repetir la estrategia, rodeándose de organizaciones obsecuentes, como la CUT, y persiguiendo a los críticos. No olvidemos que el actual ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, se dio a conocer en la política quebrando la CONFECH el año 1997.