Es difícil sobreestimar la importancia
histórica del Comandante Hugo Chávez Frías (1954-2013). Su arribo al
gobierno de Venezuela el año 1999 inició un proceso cuyo impacto
subjetivo en la izquierda latinoamericana fue enorme, después de una
década, la de los 90, de derrotas y retrocesos.
La historia de Chávez no parte, por supuesto, en 1999. Chávez no
se entiende sin el Caracazo de 1989 y el Caracazo no se entiende sin la
entronización del puntofijismo en la vida política venezolana a partir
de 1958. El Pacto de Punto Fijo fue el acuerdo político de las fuerzas
burguesas y proimperialistas que sucedió a la dictadura del General
Pérez Jiménez. El pacto excluyo al PC de Venezuela e instauró un régimen
político bipartidista -formado por el COPEI, la DC venezolana, y AD,
socialdemócrata- que otorgó gobernabilidad al imperialismo y a la
burguesía venezolana, gobernabilidad que fue pagada con una creciente
corrupción política.
En los años 60, se produjo un intento de
desarrollar la lucha guerrillera contra el puntofijismo, comandado por
Douglas Bravo, fundador del Partido de la Revolución Venezolana, que fue
derrotado. Uno de los militantes del movimiento fue Adán Chávez,
hermano de Hugo.
Durante los 70, el aumento de los precios del
petróleo lubricó la máquina de corrupción COPEI-AD. Pero ya en los años
80 la economía empieza a hacer crisis. La burguesía gobernante busca
salir de esa crisis mediante la receta estándar del FMI y el Banco
Mundial, la aplicación de un paquete de ajustes que iba a golpear a la
mayoría popular. Aplicado sin misericordia por el recién electo Carlos
Andrés Pérez, el ajuste detonó la protesta popular en febrero de 1989.
El "Caracazo" fue un levantamiento espontáneo de cientos de miles de
habitantes pobres urbanos, principalmente en Caracas, contra el plan de
ajuste. La represión gubernamental fue salvaje: se calcula en hasta
3.500 los muertos por la acción de la policía y el ejército.
El
"Caracazo" abrió una etapa de crisis orgánica del capitalismo
venezolano que impactó en todas las fuerzas y sectores de la sociedad de
Venezuela, incluyendo las Fuerzas Armadas. Ahí es cuando hace aparición
pública por primera vez Hugo Chávez Frías, que en febrero de 1992
intenta llevar a cabo un golpe militar encabezando a un sector de
militares antimperialistas contra el agotado régimen de corrupción
venezolano.
Chávez fue encarcelado por la acción, pero contó
con la simpatía creciente del pueblo por intentar derribar un régimen
político corrupto, antinacional y antipopular. En 1994, Chávez, un líder
cada vez más popular, fue sobreseído por el gobierno de Rafael Caldera.
Desde allí en adelante, el Comandante Chávez inicia una exitosa campaña
por toda Venezuela, convirtiéndose en el líder en que la mayoría
deposita sus esparanzas, capitalizando el descontento contra la clase
política binominal.
Su propuesta política exige refundar la
República, acabando con el puntofijismo, por medio de una Asamblea
Constituyente. La propuesta se expresa orgánicamente en un movimiento
político: el Movimiento V República, MVR.
El 6 de diciembre de
1998, el MVR arrasa en las urnas y Hugo Chávez es electo presidente,
asumiento en febrero de 1999. Ese mismo año se lanza el Proceso
constituyente que inciaría la serie de transformaciones sociales y
políticas que llamamos "Revolución Bolivariana". Pocos años después,
Chávez llama a construir el "Socialismo del Siglo XXI".
La
Revolución Bolivariana se transforma en un proceso popular. El
acercamiento de Chávez a Cuba es la gota que revasa el vaso para la
burguesía y el imperialismo, que intenta derrocar a Chávez el año 2002,
con apoyo político de varios gobiernos títeres de EEUU, como el
presidente chileno Ricardo Lagos, cuya canciller, Soledad Alvear,
justifica el golpe.
El proceso venezolano ha tenido claros y
también oscuros. Entre estos últimos, sin duda destaca la política de
persecución emprendida hacia las FARC, en connivencia con el gobierno
proimperialista de Colombia, que ha entregado a luchadores de las FARC a
Colombia y mantiene a otros, como el cantante popular Julián Conrado,
preso en Venezuela.
Una de las dimensiones más fecundas de la obra de Hugo Chávez fue indudablemente la internacional. El naufragio del ALCA como iniciativa imperial hacia América Latina fue liderado por Chávez, que con ese paso dio inicio a un proceso de integración regional que se ha venido expresando en distintos espacios e instituciones, desde el ALBA hasta la reciente CELAC.
Si bien el espacio político latinoamericano fue el escenario privilegiado de la política exterior antiimperialista de Chávez y la Revolución Bolivariana, no se quedó en los límites de América Latina. Apoyó con fuerza la lucha del pueblo palestino, rechazó las maniobras de aislamiento de EEUU contra Irán y denunció las agresiones imperialistas contra Libia y Siria, a contracorriente de una izquierda eurocéntrica y colonialista que insiste en llamarlas revoluciones.
El chavismo se levantó como movimiento
político sobre la base de un gran descontento popular contra el
puntofijismo, pero a la vez sin que existiera una organización
independiente desde abajo que canalizara ese descontento. Esa situación
ha caracterizado a Revolución Bolivariana como una revolución desde
arriba con fuerte apoyo desde abajo. Es en esas circunstancias donde el
liderazgo de Chávez asume sus características.
Chávez fue
siempre conciente de esa situación y buscó permanentemente construir
iniciativas políticas para transformar el apoyo desde abajo en
organización popular y poder desde abajo. Su muerte lo sorprendió en
medio de ese proceso de construcción popular.
El balance
político que deja el Comandante Hugo Chávez es claramente positivo. Su
liderazgo cambió la correlación de fuerzas en América Latina y dio un
fuerte impulso a la izquierda y al anticapitalismo, que hasta su
asunción en 1999 estaban en una situación fragmentada y a la
defensiva. El socialismo, que en su gobierno tuvo más de consigna que de proyecto
político, pero al que Chávez se empeñó en dar sustancia, ha vuelto a
pronunciarse en voz alta y a marcar el debate político sobre el destino
de nuestra América.
Chávez ha concluido su misión. Es ahora el tiempo de los trabajadores y los pueblos, que deben concluir la tarea que abrió el Comandante y avanzar al socialismo, enfrentando tanto a la reacción interna y externa como a los amigos "moderados" y claudicantes.
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