Fracaso, avances, horizontes.
Un balance de las elecciones y la candidatura
de “Todos a La Moneda”
IvanVitta
Carla Amtmann
“Para no hacer de mi ícono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
Me
vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda”
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda”
El
Necio. Silvio Rodríguez
No
hay nada más necesario tras un proceso como el recién vivido, que hacer un buen
balance desde el punto de vista de quienes apoyamos la candidatura de Marcel
Claude por el movimiento “Todos a La Moneda”, analizando los objetivos
planteados y los resultados obtenidos.
Este
escrito busca ser una contribución a ello.
Sin
duda la evaluación está dominada por el resultado electoral. La baja votación
obtenida por el candidato del movimiento Todos a La Moneda constituye
objetivamente un fracaso ante la posibilidad de marcar un hecho político en
esta contienda electoral presidencial, e instalar una alternativa desde la
izquierda anticapitalista que efectivamente y más allá de lo testimonial,
pudiera incidir en la agenda de un nuevo ciclo político.
Pero
el fracaso requiere ser explicado, y junto con ello mirar lo que de este
proceso también hemos ganado. Ni un poquito de autocomplacencia, ni análisis
oportunistas o parcelados. Debemos tomar todo por partes, para volverlo a
armar.
El
Fracaso
Cuando
uno entra a la contienda electoral, la principal medición es el resultado en
votos. Hay análisis en otros planos, necesarios e incluso determinantes para el
futuro, pero lo primero y significativo es el resultado obtenido. Un partido se
gana con goles, se hagan como se hagan. Aquí los votos cuentan, y con el 2,8%
obtenido no ganamos la contienda ni tampoco alcanzamos la meta.
El
desglose de datos así lo demuestra. Marcel sacó prácticamente lo mismo que le
daba la primera encuesta CEP y menos que la lista de parlamentarios y de CORES
de Todos a la Moneda.
La
suma de los votos de Marcel con los de Roxana no nos dejan tampoco dentro del
piso de la izquierda extraparlamentaria –antes de los lamentables pactos y
acuerdos del Partido Comunista con la Concertación–, que se mantuvo entre un 5%
y 6% en las últimas dos elecciones. Por otro lado, creemos que sumar, sin más,
las votaciones de Sfeir y MEO, es un ejercicio aritmético que no se condice con
las distancias políticas existentes con sus proyectos, que si bien plantean
algunas críticas que compartimos al capitalismo neoliberal, no representan una
ruptura radical contra dicho modelo.
Marcel
Claude obtuvo un 2,80% de los votos; en senadores, la lista de Todos a La
Moneda alcanzó un 3,47%; en diputados se alcanzó un 3,36%; finalmente, en cores
se logró llegar al 4,51%. Aunque históricamente la izquierda ha obtenido
menores votaciones en lo presidencial que en representantes de orden más local,
podemos afirmar, de acuerdo a los resultados parlamentarios y de cores, que la
candidatura presidencial no alcanzó a expresar todo su potencial electoral.
Pero
los fracasos no solo están en esta candidatura, pese a que hoy nuestros ojos
están puestos en aquello. La bajísima votación obtenida por Roxana también es
un golpe para una propuesta popular que terminó condenada a lo testimonial, y
si incluso miramos hacia el otro lado de la vereda, con la abstención como
protagonista, ni Bachelet podría estar festejando; con menos votos absolutos
que los obtenidos por ella misma en las elecciones el año 2005, se muestra que
el supuesto impulso y fuerza de una nueva
mayoría con la que viene a gobernar, no es tal.
Pero
volvamos a mirarnos a nosotros: el fracaso electoral es claro. Lo que importa
son las causas.
Las
causas del fracaso
Los
resultados estuvieron bajo las expectativas. No somos de los que obnubilados
por el fenómeno de activación político-social que generó la candidatura, o el
“ímpetu” de las redes sociales, creyeron que era posible llegar a los dos
dígitos o incluso pasar a segunda vuelta. Pero sí nos vimos muy sorprendidos
por los resultados, pues el 2,8% obtenido estuvo muy bajo respecto de un 5% que
estimábamos como el piso de votación para hablar de una instalación política
exitosa.
Este
golpe recibido impone una primera y central pregunta ¿Por qué?
Partamos
primero por cuáles creemos que NO son las respuestas.
En
primer lugar, descartamos las respuestas fáciles que culpan al empedrado.
Siempre los medios de comunicación de masas buscarán invisibilizarnos, siempre
estaremos carentes de recursos y de tiempo. Éstas son dificultades no condenas,
tal como lo muestran otros procesos políticos del continente que han podido
avanzar en circunstancias igualmente adversas.
Creemos
que son muy pobres también las explicaciones que culpan a la “juventud” de no
ir a votar. La idea de que “los cabros no se levantaron” como explicación
central, supone que el comportamiento electoral de determinados grupos debe
adecuarse a las expectativas que nos hicimos de ellos, en lugar de
considerarlos como objetivo de trabajo político electoral destinado a
convencerlos de nuestro proyecto, sabiendo además que no podemos analizar las
supuestas opciones políticas en función de parcelas etarias.
No
compartimos tampoco los análisis simplistas y estereotipados que culpan del
fracaso al comando o grupos dentro de él, o las debilidades del candidato. Si
bien existieron objetivamente situaciones y estructuras que en nada operaron
como requería la campaña, incluyendo errores del propio candidato, estas
explicaciones no permiten determinar los factores políticos del fracaso y más
bien procuran deslindar responsabilidades y reemplazar a un grupo de iluminados
por otro, con el que supuestamente sí hubiéramos podido llegar al éxito. Es una
historia y un patrón explicativo –el del grupo malvado que frustra un
movimiento condenado al éxito– demasiado manido en el movimiento revolucionario
como para ser tomado en serio.
Llegados
a este punto, también queremos descartar la idea del “desplome” de la
candidatura de Marcel Claude, pues aquí es donde creemos empiezan los errores y
falencias que explican el resultado. No hay ningún antecedente serio que
permita sostener la tesis de que Claude estuvo marcando seis o siete puntos, o
cifras cercanas a los dos dígitos, y que en algún momento del tiempo la
candidatura simplemente “se derrumbó”.
Si
analizamos las encuestas, que a fin de cuentas no estaban tan erradas como se
sostuvo en su momento, podemos afirmar que la candidatura de Claude nunca llegó
a sobrepasar el 5% de aprobación. Si es que hay una caída, ella fue leve,
quizás del 3,5% al 2,8% final, pero no más que eso. La encuesta IPSOS, que en
algún momento le llegó a dar un 7% de aprobación, resultó muy lejos de los
resultados finales (a Roxana Miranda por ejemplo, le asignó casi tres veces más
que lo obtenido). La encuesta UDD-La Segunda, una de las que resultó más
acertada en los resultados finales, nunca le dio a Claude más de un 3%.
Las
causas del fracaso hay que buscarlas entonces, en factores colectivos de las
fuerzas que apoyaron y levantaron la candidatura de Todos a La Moneda y sus
relaciones con las fuerzas sociales que buscaba representar. Es dentro de este
contexto, y no dentro de parcelas de análisis, donde hay que ubicar los factores
individuales y de organización del comando central, la mesa política y todos
comandos que trabajaron de Norte a Sur por la candidatura.
Es
así que para nosotros hay tres ámbitos claves para explicarnos el fracaso
electoral:
1) Un análisis político deficiente
No
leímos la realidad en clave electoral y supusimos que el gran activismo
político-social de la campaña, -un hecho objetivo comprobable en la enorme
movilización electoral de adherentes y uno de los activos más importantes sobre
los que se basó la candidatura-, se expresaría directamente en adhesión
electoral en las urnas.
Se
pensó que se contaba con un piso de votantes, alrededor de un 5%, que ya estaba
asegurado y que a partir de allí la campaña debía ampliarse para llegar a otros
sectores, en busca de los míticos dos dígitos, cuando en realidad ese piso no
existía aún y conquistarlo debió haber sido uno de los objetivos principales.
Como
dijimos antes, esta candidatura no cayó en picada, sino que nunca llegó a estar
en la altura que se supuso.
De aquí pueden
derivarse múltiples errores de despliegue y énfasis comunicacionales, que
terminaron teniendo una candidatura con poca claridad hacia los votantes de su
perfil y enraizamiento social.
En definitiva no primó
un análisis electoral certero, limitando la posibilidad de saltar del activo
político social aglutinado a una expresión electoral contundente.
¿Razones de la falta
de este análisis? Múltiples, pero por sobretodo carencia de capacidades
individuales y colectivas, como falta de espacios eficientes para su
desarrollo. Todas ellas las podemos remitir, a su vez, a la falta de un vasto enraizamiento
social que predominó en las fuerzas integrantes del movimiento Todos a La
Moneda.
2) Incapacidades Organizativas
Una de las grandes
fortalezas de esta candidatura fueron los comandos locales. Las voluntades
conjugadas y entregadas a un objetivo común, sin ninguna retribución a cambio
más que la certeza que estamos construyendo un nuevo camino de profundas
transformaciones, llegaron a ser el
corazón de Todos a la Moneda y de las candidaturas. Hombres y mujeres, de
diversas edades, de grandes ciudades y localidades pequeñas, que se levantaron
sin orientaciones más que una voluntad irrestricta por difundir esta
alternativa.
Pero pese a este
corazón voluntario que bombeó fuerte, la sangre no logró fluir.
Fueron las
incapacidades organizativas como movimiento las que no permitieron dar mejor
cauce a la fuerza de los voluntarios: carencia de una columna electoral fuerte,
insuficiente número de voluntarios para equipos centrales, una red de
comunicaciones y propaganda débil.
No se logró coordinar
correctamente las labores de la mesa política y del comando, lo que hizo que la
campaña careciera en la práctica de una cabeza política definida que pudiera
proveer de insumos al candidato. Por ejemplo, jamás hubo una discusión sobre
campañas como “Marca tu Voto”, que permitieran generar una orientación
política, por lo que muchos temas fueron finalmente improvisados y resueltos
por el candidato, generando, como en este caso, señales políticas erráticas, a
contrapelo del sentido común que imperaba en la izquierda.
En este fenómeno se
expresó la existencia de dos visiones políticas contrapuestas sobre la campaña,
que en líneas gruesas podemos expresar como “un movimiento para impulsar la
campaña” o “una campaña para impulsar el movimiento”.
Estas importantes carencias
organizativas impidieron finalmente darle impulso a la campaña presidencial y
realizar plenamente el potencial político electoral de la candidatura,
abordando las tareas centrales que se desprendían de los datos
político-electorales, como por ejemplo ser capaces de trabajar para enfrentar
el 50% de desconocimiento del candidato, que
a la luz de los resultados, era claramente una de las principales
tareas.
3) El
fenómeno electoral que no fue
Nuestro candidato se
constituyó en un fenómeno para el activo político-social de izquierda, huérfano
en el cuadro general de fuerzas políticas nacionales, pero no para la gran masa
de los votantes.
La simbiosis entre un
activo político-social entusiasmado y el candidato fue retroalimentándose,
generando un discurso exitista que fuera del movimiento fue leído como
mesianismo.
En una campaña, el rol
del candidato siempre es clave para inyectar fuerza y optimismo a los sectores
que lo apoyan. Como recurso comunicacional, el discurso de “pasar a la segunda
vuelta” era legítimo, pues ninguna candidatura puede limitarse a ser un eco de
las encuestas, aunque le asignen un bajo resultado. Pero nadie tuvo la
capacidad ni para tomar distancia de este recurso ni para ajustar la estrategia
a la realidad político electoral fuera del círculo de los adherentes
entusiastas.
Para superar todas las carencias
con las que ya sabíamos que cargábamos, se necesitaba generar un fenómeno
electoral que no fue.
Terminamos la contienda electoral
con una medición que es reflejo de la propia fuerza real que se logró desplegar
e impulsar en ciertos sectores, y no así el impulso de una candidatura su generi que podría superar las
deficiencias objetivas que aun como izquierda no se logran enfrentar.
La decisión de apoyar a Marcel Claude fue correcta, pues se reveló como
la candidatura que más cerca estuvo del piso de un 5% que estimamos el mínimo
para hablar de una alternativa instalada en forma exitosa. Si hablamos de
fracaso, es precisamente porque dicha candidatura permitía plantearse ese
objetivo. Nuestra apuesta no fue el folklore político ni hacer antropología de
la pobreza, -opciones por ciertas legítimas-, sino marcar un hecho político a
nivel nacional con efectiva proyección de gobierno. Fue el resultado el que
constituyó un fracaso, no el haber hecho la apuesta.
Los avances
Pese a que no logramos
cumplir el objetivo central de instalar una alternativa política relevante a
nivel nacional, logramos avances sustantivos en la construcción de fuerza
política y social.
La campaña nos deja
con un activo político social coordinado, que hasta comienzos del 2013 no
existía, articulado y con claros ejes programáticos.
Logramos construir un
alto nivel de confianza política entre fuerzas con niveles significativos de
inserción social en el mundo sindical, territorial y estudiantil que estuvimos
en la campaña. Ésta es una base política que debe proyectarse en función de
superar la dispersión y fragmentación endémica que sufre la izquierda, pues
entendemos que la unidad no será fruto de esfuerzos de buena voluntad ni de la
elección correcta del momento político, sino de la existencia de fuerzas con inserción
político-social real para las cuales la unidad se constituya en necesidad
objetiva para avanzar.
El voto de Marcel
Claude es un voto activo. Las grandes movilizaciones electorales generadas
–marcha al SERVEL para la inscripción, acto del Caupolicán, acto de cierre de
campaña– así como el esfuerzo sostenido durante los nueves meses de la
campaña, nos muestran a miles de voluntarios trabajando con esfuerzo
y entrega por transformar Chile. Más allá del fracaso electoral, son miles de
voluntades que siguen dispuestas para la lucha, y que hoy tienen como prioridad
la organización e inserción social.
Hitos dentro de estos
avances en organización e inserción de masas lo constituyeron candidaturas de
organizaciones políticas y sociales que obtuvieron cifras de respaldo muy
interesantes en términos de proyección política, y también muy por sobre la
media obtenida dentro del Movimiento Todos a la Moneda, y que junto con ello
reflejan una votación con compromiso activo, y por tanto con voluntad de
apertura e involucramiento en procesos de articulación y lucha para los
próximos años.
Algunos de los
ejemplos a destacar son el de Sebastián Farfán, secretario general de la UNE y
ex dirigente estudiantil del año 2011, quien obtuvo 7.301 votos y un 6,3% en el
distrito 13, Valparaíso, Juan Fernández e Isla de Pascua en su candidatura a
diputado. También la candidatura a diputado de Luis Soto, gran dirigente de
Modatima y férreo defensor del agua, igualmente de la región de Valparaíso,
quien en el distrito 10 obtuvo el 5,85% de las preferencias con 7.126 votos. Doris González, candidata a core y dirigente
del Movimiento de Pobladores Ukamau, alcanzó 6.480 votos en la circunscripción
provincial Santiago III (Estación Central, Cerrillos, Maipú); la lista llegó a
18.899 votos, con un 8.14% de votación; en su comuna, Estación Central, Doris
logró 2.427 votos, frente a 930 obtenido en octubre de 2012 como candidata a
concejal. Viviana Abud, secretaria general del sindicato SITECO de trabajadores
subcontratistas de El Teniente, de Rancagua, como candidata a core llegó a
3.376 votos y un 4,28%, dentro de la lista que obtuvo 7.477 votos y un 9,48%.
En la provincia Cordillera (Puente Alto, San José de Maipo y Pirque), Julio
Oliva, de los Comités Comunistas, postuló a core y llegó a 3.047 votos, un
2,13%, y la lista llegó a 8.514 votos y 5,97%. Finalmente, en la
Circunscripción Senatorial de Coquimbo, Luis Vega, candidato a senador del
MPMR, logró 15.585 votos y un 6,48%.
Estos son algunos
ejemplos –hay otros a nivel nacional dentro del TALM y candidaturas muy
cercanas a éste, como la de Víctor Hugo Bahamonde en Chiloé, que se posicionó a
nivel territorial como un importante liderazgo con un 5,84%- de candidaturas
que efectivamente impulsaban una unidad de la lucha social con la lucha
política, y en ello aportaron por terminar con esa supuesta distancia entre
ambas, logrando ser así parte de las candidaturas con mejores resultados
comparativos dentro del Todos a la Moneda, y por sobretodo con una importante
proyección político social y electoral a futuro.
Resultados en este
plano, y por sobretodo los ejes programáticos y de lucha que se proyectan,
constituyen un salto hacia adelante en términos de construcción de fuerza
política e inserción social de izquierda. Es un activo político sobre el que
queremos seguir construyendo, convencidos de que la organización real es la
única base segura para futuros avances. Somos fuerzas que superando la
fragmentación, buscamos irrumpir en el escenario nacional, y hemos dado hoy un
paso significativo en dicho cometido que tendrá mucha más historia que estos
breves meses.
Por ello no dudamos ni
un ápice en afirmar que si bien tenemos un escenario desventajoso de injerencia
nacional desde una alternativa política dentro de estos años, tenemos avances
sumamente significativos que sin este trayecto no habríamos alcanzado y que nos
permiten proyectar un proceso de suma relevancia nacional para la construcción
política de una fuerza anticapitalista para Chile.
Los
horizontes
No podemos pensar en ningún caso,
que nuestros horizontes políticos estarán ajenos a lo que a nivel nacional se fragüeen
estos próximos cuatro años de gobierno. El cambio de eje gravitante dentro de
la Concertación, los golpes electorales recibidos por la Democracia Cristiana,
la profunda crisis de la derecha política y la llegada al parlamento de jóvenes
que han sido relevantes a nivel nacional debido a su protagonismo en el
movimiento estudiantil –Boric, Jackson y Vallejos- son claras señales del
cambio de ciclo político que se comienza configurar desde el año 2011 y del que
tanto se ha escrito.
Faltan aun cosas por resolverse
dentro de estas semanas y meses para lograr tener un análisis certero de la
configuración del próximo gobierno, y por tanto aspectos más precisos serán
obviamente tomados en otras hojas aún por escribir.
Sabemos que será necesario un
análisis más fino, más allá de las generalidades y trazos gruesos con que se ha
caracterizado desde la izquierda anticapitalista al bacheletismo. Es preciso
caracterizar en forma detallada cuáles serán las vías por las cuáles la Nueva
Mayoría buscará cooptar y desmovilizar a los movimientos sociales, qué están
dispuestos a transar los grandes empresarios y el capital transnacional para
comprar nuevamente paz social, cuáles serán los ejes discursivos, y con qué
políticas concretas se implementarán las líneas generales.
Pero pese a ello hoy debemos
preguntarnos, ¿Cuáles son los aspectos centrales que debemos impulsar como
fuerzas anticapitalistas que hoy no tenemos presencia ni en el parlamento ni
obviamente menos en el gobierno? ¿Cuál es nuestro rol y nuestro aporte en la
lucha político social que hemos de impulsar para cambiar Chile?
No hay confianza ni expectativa
alguna en el rol del gobierno de Michel Bachelet para configurar los cambios
profundos en Chile. Al neoliberalismo no lo venceremos sin un pueblo
organizado, consciente y movilizado, ni tampoco sin una fuerza política que sea
capaz de impulsar un programa verdaderamente transformador. De Bachelet y el
“progresismo” concertacionista podemos esperar, paralelamente a las migajas que
pródigamente dispensará para cooptar y desmovilizar el movimiento social,
centenares de obstáculos para que dicha fuerza efectivamente surja y se
consolide.
Nuestro deber es entonces crear e
impulsar dicha fuerza.
Por ello será clave la unidad que
se logre desplegar a nivel político social y en las luchas sectoriales. Que
podamos contribuir efectivamente a ese impulso multisectorial que tiene la
llave para poner los temas relevantes como agenda nacional, y luchar por ellos
conquistando a cada vez más adherentes por las grandes transformaciones. En
este impulso hemos de confluir con todos quienes tienen este mismo horizonte.
No podemos caer ni en mesianismos ni en sectarismos estériles, sobre todo en
estos próximos año, donde lo que necesitamos es unidad en las calles, y
alcanzar esa masividad y fuerza de años anterior. Sin eso solo estaremos
poniendo en la bandeja de la cooptación, y por tanto en manos de los vaivenes
del gobierno, a un movimiento débil e incapaz de mantener su propia agenda.
Debemos a su vez enraizar los
ejes programáticos que entre tantas voluntades y esfuerzos se han podido construir
durante largas y arduas luchas. Enraizarlos en sectores que lo defiendan, en
posibilidades políticas y técnicas que lo sostengan y por su puesto también,
enraizarlo en el corazón y mente del pueblo chileno como voluntad y posibilidad
real de cambio. Con ese programa combatiremos todas los entreguismos del
próximo gobierno cuando el gran empresariado venga a presentarle la factura de
pago a todas las regalías entregadas. Con ese programa se medirán las labores
de los parlamentarios y sus cercanías con la demandas populares, y por
sobretodo con ese programa se construirá la columna vertebrar de la nueva
fuerza anticapitalista que tenemos que lograr construir.
Debemos robustecernos, tener cada
vez más herramientas para enfrentar las siguientes contiendas, que en ningún
caso son sólo electorales. Por ello no podemos creer que hoy la tarea se reduce
a la mera construcción partidaria de una fuerza electoral. Ella sólo puede ser
producto de un esfuerzo mancomunado de lucha social. Nuestras debilidades
durante estas elecciones no fueron solo por falta de instrumento electoral,
sino que por sobretodo fue por falta de instrumento político. Y como nosotros
construimos para subvertir la realidad, nuestros instrumentos no se basan ni en
dinero, ni en triquiñuelas legales o solo en algún liderazgo, sino que se ha de
basar por sobretodo en un pueblo organizado, consciente y movilizado.
De ahí venimos, ahí siempre hemos
estado y desde ahí nacerá todo lo que tengamos que levantar para seguir
avanzando. Por ello la preocupación central que debiéramos tener desde los
comunales existentes y desde las fuerzas que levantaron este proyecto, es el
enraizamiento social y programático. Ahí estará nuestra segunda y gran medición,
en la cual ya no podemos dejar espacio alguno para fracasos.
Podemos parecer necios hoy, pero
las condiciones que han mostrado a un Chile descontento, aguerrido y
movilizado, tienen raíces tan profundas que solo podrán ser resueltas con
cambios de igual magnitud. Por eso es revolución o nada, y hoy lo que parece
anécdota, mañana hará historia.