miércoles, 14 de septiembre de 2016

El retorno del rey


La Concertación -hoy Nueva Mayoría, mañana no sabemos- la tiene difícil como ala "progresista" del partido empresarial. Su razón de ser política, proteger y profundizar el modelo pinochetista por la vía de legitimarlo ante las mayorías, haciéndolas creer que estaba en contra de él y lo estaba desmontando, ha ido perdiendo piso político en la medida que crecientes sectores populares se distancian de las promesas altisonantes del "crecimiento con equidad" y comprueban, abusos y colusiones empresariales mediante, que el modelo capitalista neoliberal no es sino una refinada máquina para explotar y enriquecer a una minoría a costa del esfuerzo y sacrificios de la mayoría. La profunda crisis de representación que atraviesa el sistema político, agudizada por la comprobación de que tanto los partidarios de la dictadura como sus supuestos enemigos eran financiados por el dinero generoso del ex yerno del dictador, ha hecho caer a la elite política binominal en el descrédito público.

En estas condiciones, Ricardo Lagos Escobar, ex mandatario calificado alguna vez por Carlos Altamirano como "el mejor presidente que ha tenido la derecha en su historia", ha dado señales políticas -"gestos" en la nomenclatura de los plumarios del periodismo político binominal- de que hará el intento de unir en torno suyo a la coalición de gobierno como candidato presidencial. Lagos, de notable astucia e inteligencia política, entiende las dificultades del momento político y hace una proposición a su coalición -o más bien a los restos de ella- pero sin extender un cheque en blanco. Lagos no se va a tirar a la piscina si ésta no tiene agua; sabe que hoy la piscina está seca, pero invita a la coalición a juntar el mínimo de líquido para darle factibilidad a la aventura política. Con su elíptica declaración del 2 de septiembre, Lagos inició la campaña para convencer a la Concertación/Nueva Mayoría de unirse en torno suyo; va a hacer el máximo esfuerzo, pero no va a quemar sus naves por ser el candidato.

Lo esencial para Lagos es que haya un mínimo de apoyo político de su base de sustentación tradicional, el eje PPD-PS. Sabiendo que hoy en día una primaria es ineludible, no puede, no obstante, presentarse disminuido, sólo como candidato del PPD, pues sería un handicap muy fuerte contra su idea de ser candidato y más aún contra su intención de convertirse en el hombre que conduzca hasta puerto seguro al sistema político chileno. Con el PPD ya alineado, lo que debe lograr Lagos es convencer ahora al PS, sacando de carrera a las otras cartas del socialismo, Isabel Allende y José Miguel Insulza.

Los partidos de la Concertación/Nueva Mayoría, a su vez, necesitan una conducción y un liderazgo sólido, tras el fracaso del experimento de Bachelet, pero entienden que el liderazgo de Lagos está demasiado asociado a su primer gobierno y su carácter proempresarial como para ser viable en estos tiempos sin un fuerte cambio de imagen y un relato político plausible que la acompañe, en especial el las tiendas del ala "progresista". Nadie espera que un partido como el PPD, que tenía entre sus militantes a SQM, muera al pie del cañón por un programa progresista, sino que lo que requiere es un discurso que parezca progresista, que parezca que continúa el sendero de "reformas" de Bachelet. Incluso el PC, que ha tenido fuertes críticas hacia Lagos, se sumará a esa búsqueda de "gestos" progresistas: el propio Guillermo Teillier, en cuya boca la palabra "programa" se ha convertido en un sapo muerto, creyó escuchar una inflexión de Lagos proclive a las "reformas" del gobierno. A medida que se acerquen las justas electorales, y muy especialmente después de las elecciones municipales, los sacristanes del programa de Bachelet verán más y más señales "positivas" desde el entorno laguista, pues todos los incumbentes estarán activamente construyendo el baile de máscaras del "Lagos del nuevo ciclo".

Por cierto hay obstáculos en el camino de Lagos. Dentro de la coalición, la figura de Alejandro Guillier traerá alguna complicación en la medida que el senador por Antofagasta sufra algún delirio místico y crea que efectivamente está en condiciones de ser presidenciable. Pero todos saben que no es más que un Bachelet 2, una figura popular pero sin peso político ni liderazgo, y lo probable es que el Partido Radical suba su precio sólo para verderlo por una buena cantidad de candidaturas parlamentarias y promesas de cargos estatales. Pero los obstáculos más serios para Lagos y el ala "izquierda" del partido empresarial no vienen desde dentro ni desde la derecha, sino desde la "nueva" izquierda que se está desarrollando a la izquierda de la Nueva Mayoría. Si en 1999 la pelea de Lagos era por lograr la aceptación de un "socialista" por parte de la derecha y la elite empresarial, hoy su desafío es evitar que el sistema político se desborde por la izquierda.

Los espadachines de Ricardo Lagos ya salieron al ruedo a atacar a los nuevos líderes de izquierda, en especial Boric y Jackson. Ernesto Ottone dijo que la "ultra izquierda" está fuera del juego y el diálogo político; Genaro Arriagada dijo que los jóvenes habían cumplido instalando temas en la agenda pública, pero que con su intransigencia estaban fuera de la solución política. Hasta las JJCC salieron a golpear a lo que llamaron "izquierda infantil", en una curiosa coincidencia con los escoltas de Lagos.

La preocupación del establishment político "progresista" por su flanco izquierdo no es nueva y ha venido profundizándose en la medida que la crisis de representación hace crecer el descontento popular. Ya en el verano de 2011 la entonces presidenta del PPD, por los mismos días en que su partido era financiado con fondos de SQM, sostenía la necesidad de un perfilamiento más claro del ala progresista de la Concertación para evitar que surgiera una alternativa de izquierda extraparlamentaria. En febrero de este año, Mahmud Aleuy, subsecretario de Interior de Bachelet, dio una entrevista al Mercurio señalando como tarea principal del sistema político "cerrarle el paso al populismo".

Tal preocupación pudiera parecer exagerada dado el grado de dispersión de la izquierda extra concertación (discúlpeseme la redundancia), pero las señales de agrupamiento de distintos colectivos y organizaciones apuntan, al menos, en la dirección correcta. Si a ello se suma que el gobierno de Bachelet, aunque ha logrado neutralizar a los principales movimientos reivindicativos sociales, no sólo no ha podido dispersarlos ni derrotarlos, sino que ha visto emerger un nuevo movimiento que cuestiona las bases del capitalismo neoliberal, el movimiento No Más AFP, las condiciones para la emergencia del "populismo", es decir, para un cuestionamiento de verdad del neoliberalismo, han crecido en lugar de disminuir, como era el objetivo del gobierno de Bachelet.

Estas condiciones tienen como sustrato el progresivo agotamiento del patrón rentista y súper explotador del capitalismo neoliberal chileno. El "milagro chileno" del que habló hace pocos días el ex presidente y actual candidato presidencial Sebastián Piñera, prometiendo reeditarlo, fue un hecho excepcional, producto de una coyuntura única caracterizada por el enorme subsidio fiscal por la privatización a precio vil de empresas estatales, el ingreso masivo de capitales al asumir un gobierno civil que continuó las reglas de la dictadura, la absorción de una tasa de cesantía que se empinaba casi hasta el 30% real y la incorporación relativamente masiva de las mujeres al mercado laboral, la acumulación forzosa de capitales por la vía de las AFP y el subsidio de la legislación laboral de la dictadura. Ese "milagro" se fue para no volver, tal cual desapareció hace un siglo la bonanza salitrera.

El agotamiento del capitalismo neoliberal chileno se da, a la vez, en un contexto internacional de depresión de la economía capitalista global y de desestabilización creciente del sistema internacional, una situación similar a la que, a fines del siglo XIX, condujo a la reemergencia del movimiento obrero en Europa, tras la derrota de la Comuna en 1870, y sus primeros asomos en Chile.

Se trata de una fase propicia para la emergencia tanto de un nuevo movimiento obrero, adecuado a las condiciones del capitalismo globalizado de principios del siglo XXI, como de una izquierda de profunda raigambre popular y de perspectiva socialista y revolucionaria. Ricardo Lagos vuelve, en este escenario, como el líder político del social-liberalismo e intelectual orgánico de la burguesía monopolista chilena que comande el cierre de la ventana de oportunidad para esa emergencia, alejando el fantasma del "populismo" y viabilizando una salida por arriba a la crisis del sistema político chileno, tarea que no logró cumplir Bachelet.

Para la izquierda emergente es un desafío político gigantesco. De su inserción social y basificación, de su capacidad de asumir la demandas democráticas de extensas franjas del pueblo y de actuar con unidad y flexibilidad en un escenario complejo dependerán sus posibilidades de sobrevivir a esta ofensiva de un Lagos que se vuelve a constituir en la mejor carta del empresariado.


Iván Vitta