viernes, 30 de mayo de 2014

Zanahorias y garrotes para los estudiantes


Iván Vitta

Tras la exitosa marcha del 8 de mayo pasado, que congregó cien mil personas en Santiago y decenas de miles más en otras regiones del país, el gobierno de la Nueva Mayoría parece haber adoptado una estrategia de zanahoria y garrote hacia el movimiento estudiantil, coincidiendo con el envío al parlamento de sus primeros proyectos de ley sobre reforma educacional y el primer mensaje presidencial. El objetivo es neutralizar a un movimiento social que mantiene su distancia crítica y autonomía respecto del gobierno.

La zanahoria, además de los primeros proyectos enviados el 19 de mayo al Congreso, fue la agenda corta anunciada en el mensaje presidencial del 21. Pero, sabiendo el rechazo que los anuncios iban a despertar entre la mayoría del CONFECH, en paralelo se iniciaron al menos dos operaciones políticas que apuntaron a aislar políticamente a las direcciones estudiantiles de izquierda radical.

En la primera de dichas operaciones, se buscó meter una cuña al interior de la CONFECH el día domingo 18, cuando terminaba una reunión de dicho organismo realizada el fin de semana. Cuando terminaba la reunión, sin mayores sobresaltos y habiéndose impuesto la línea crítica hacia el gobierno y sus proyectos, Naschla Aburman, presidenta de la FEUC y militante del NAU, juventud universitaria de facto de Revolución Democrática, denunció la existencia de una amenaza dirigida contra ella, exigiendo un pronunciamiento de la CONFECH contra la violencia. Pero su exigencia no se limitaba a una condena hacia las amenazas que habría recibido, sino que también demandó que esa condena se hiciera extensiva a los desórdenes que han acompañado las movilizaciones estudiantiles, rechazo  que está lejos de contar con apoyo al interior del CONFECH y en que el NAU y RD han estado en una clara minoría.

Aburman entonces renunció a la vocería del CONFECH, cuestión que de inmediato fue presentado por los medios como un “quiebre” dentro de la organización estudiantil. La voz cantante en esta campaña mediática la llevó el periódico electrónico El Mostrador, convertido en voz oficiosa del gobierno, medio que presentó la posterior retractación de Aburman como un “quiebre de mano” a la CONFECH.

En otra operación claramente coordinada, Carabineros detuvo y presentó el día lunes 19 al estudiante Bryan Seguel, del entorno personal de la presidenta de la FECH Melisa Sepúlveda y militante del FEL como ella, como uno de los responsables de la golpiza que sufrió un efectivo de Fuerzas Especiales que tuvo la mala ocurrencia de perseguir solo, en el acto alternativo del 1° de Mayo, a un manifestante hasta el interior de la Plaza Brasil, que se encontraba llena de asistentes, quienes reaccionaron en defensa del perseguido. Este montaje policial terminó con Bryan en libertad, pues la corte rechazó las endebles pruebas presentadas por el Ministerio Público. Sin embargo, la inteligencia policial incautó y no devolvió el computador de Bryan, que fue requisado en el allanamiento de su domicilio.

El objetivo del montaje contra Bryan Seguel y de la operación “quiebre” del CONFECH apunta claramente a vincular a las dirigencias de izquierda del CONFECH a la imagen de “violentistas”, además de “intransigentes”, y lograr así su pérdida de legitimidad y aislamiento político respecto de las amplias masas ciudadanas que apoyan las demandas por la educación planteadas por el movimiento estudiantil.

Se repite el guión de inicios de la “transición”, cuando las organizaciones más o menos autónomas fueron aisladas y divididas, para eliminar obstáculos para la gobernabilidad. La reconstrucción de la gobernabilidad neoliberal por la Nueva Mayoría los obliga a repetir la estrategia, rodeándose de organizaciones obsecuentes, como la CUT, y persiguiendo a los críticos. No olvidemos que el actual ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, se dio a conocer en la política quebrando la CONFECH el año 1997.

jueves, 8 de mayo de 2014

La ofensiva imperialista


Iván Vitta

En las últimas seis semanas, la escena internacional ha estado marcada por los sucesos de Venezuela y Ucrania, donde se han producido intentos de desestabilización en los que las huellas digitales del imperialismo estadounidense resultan inconfundibles. Los resultados están aún lejos de los objetivos: en Venezuela, la campaña de desestabilización aparece controlada y acotada a un pequeño número de municipios de clase alta; en Ucrania, se logró el derrocamiento del presidente Yanukovich y la instalación de un gobierno de facto hegemonizado por sectores de la extrema derecha nacionalista, pero Rusia respondió alentando y logrando la reincorporación de la península de Crimea a la Federación Rusa, debilitando al gobierno de facto ucraniano y fortaleciendo su propia posición en la zona.

Los objetivos políticos del imperialismo son claros: en Venezuela, alterar radicalmente la correlación de fuerzas en A. Latina, removiendo al principal actor político de la autonomía con que ha actuado el subcontinente respecto de EEUU y aislando a Cuba. En el de Ucrania, cercar a Rusia aislándola de un territorio que desde el siglo XIX es visto por los dirigentes políticos europeos como clave para contener al gigante euroasiático.

Estos objetivos son a su vez la materialización del objetivo central de la política de EEUU desde el colapso de la URSS: impedir el surgimiento de potencias globales que desafíen su hegemonía.

Ese objetivo enfrenta dificultades crecientes a nivel global, dado el sostenido proceso de debilitamiento económico de EEUU a nivel mundial. Al finalizar la II Guerra Mundial, el PIB de EEUU era aproximadamente el 50% del PIB mundial; en 1975, alcanzaba a un 25%; hoy en día, es alrededor del 20%. Sectores económicos emblemáticos de su potencia industrial han acabado emigrando a otras latitudes, como el sector automotriz o la electrónica. En otros renglones industriales de alta tecnología, EEUU ha perdido su hegemonía frente a sus competidores globales, como ha ocurrido en la industria aeronáutica con la fuerte competencia del consorcio europeo Airbus contra Boeing.

A lo anterior se suma su fuerte endeudamiento, que ha hecho a EEUU pasar de ser el principal acreedor a ser el principal deudor mundial. En ello ha influido fuertemente su astronómico déficit fiscal, impulsado por sus enormes gastos militares.

Esta erosión de su hegemonía económica no significa, sin embargo, el debilitamiento absoluto de su posición de poder, en especial en el terreno militar, donde EEUU continúa siendo, y por lejos, la primera potencia mundial, con una red de 900 bases militares en todo el planeta. 

Pero EEUU encuentra crecientemente dificultades para hacer uso de esta fuerza militar. Si en los años 90 pudo intervenir abiertamente en Yugoeslavia, sin ninguna oposición a nivel internacional, ya en su segunda intervención en Irak, el año 2003, encontró fuerte oposición. El año recién pasado, no pudo reunir apoyo político para una intervención en Siria, incluso de parte de un aliado casi incondicional como el Reino Unido.

Las dificultades políticas no se reducen, empero, a su intervención militar, sino también a sus esfuerzos diplomáticos y económicos. En la obstaculización de éstos, Rusia y Venezuela han desempeñado roles protagónicos. Rusia neutralizó el año 2008 a uno de los aliados incondicionales de EEUU en el Cáucaso, Georgia. Las negociaciones entre Rusia y la Unión Europea, finalmente, dejaron fuera a EEUU de la resolución de la crisis.

Venezuela debutó a nivel internacional, por su parte, encabezando la oposición al Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, en la cumbre de Mar del Plata, el año 2005. Encabezó el proceso de revoluciones nacionales antiimperialistas al que se sumaron luego Bolivia y Ecuador y es un aliado político y económico clave de Cuba. Su influencia política, además, permea a gobiernos que no son revolucionarios pero que llevan una línea política internacional más autónoma respecto de EEUU, como Brasil y Argentina.

EEUU ha decidido remover estos obstáculos. Contra Venezuela alienta a la oposición derechista y golpista y pone su aparato mediático mundial al servicio de la desestabilización, intentando repetir el fracasado golpe del año 2002. Contra Rusia, intenta rodearla de territorios hostiles aliados de EEUU, para emplazar sus misiles, como ocurrió anteriormente con Polonia. Adicionalmente, busca evitar la constitución de polos que amenacen a nivel regional sus posiciones, como un eje París-Berlín-Moscú en Europa o Moscú-Beijing en Asia.

No hay que confundirse con EEUU: a pesar de su debilitamiento relativo, sigue siendo la principal fuerza de choque del imperialismo a nivel internacional. Su capacidad militar y su posición económica aún como primera economía del mundo siguen siendo fuentes de poder político y diplomático. La lucha antiimperialista sigue teniendo en EEUU a su principal enemigo. Los hechos recientes en Venezuela y Ucrania lo demuestran.