sábado, 13 de diciembre de 2014

Declinación de EEUU y disputa por la sucesión ¿nuevo polo hegemónico o multipolaridad?

Declinación de EEUU y disputa por la sucesión ¿nuevo polo hegemónico o multipolaridad?



Iván Vitta


Vivimos tiempos turbulentos. Las guerras y conflictos se multiplican, en distintos lugares del mundo las masas se rebelan contra la situación de opresión política y explotación económica, el escenario de la post Guerra Fría se derrumba, la crisis multisistémica azota a la humanidad. En este escrito intentamos analizar una de las dimensiones, la más general, de la situación internacional actual: la transición hegemónica en el sistema capitalista mundial, la declinación de la actual potencia hegemónica, EEUU, y el posible surgimiento de una nueva hegemonía mundial.

La depresión económica de 2008, así como la pérdida de posiciones de EEUU en el mercado mundial y la financiarización de su economía son síntomas de un proceso de largo plazo que se ha dado ya en forma recurrente en los casi 500 años de historia del sistema capitalista mundial: la declinación de la potencia hegemónica del momento y su reemplazo por una nueva hegemonía mundial.

Desde fines del siglo XIX y a principios del siglo XX ocurrió un proceso similar, en que la hegemonía del sistema mundial que ejercía Inglaterra comenzó a declinar y se desató una feroz lucha entre Alemania y EE.UU. por tomar el lugar de los británicos como cabeza del sistema capitalista mundial. Anteriormente, franceses e ingleses de disputaron durante más de un siglo, entre fines del siglo XVII y principios del siglo XIX, la sucesión de Holanda a la cabeza del capitalismo. Los procesos de transición hegemónica, por lo tanto, son procesos de larga duración, que se arrastran durante décadas y determinan los rasgos económicos, políticos,  militares e ideológicos de esa época de transición.

Los marxistas de principios del s. XX creyeron ver en la fase correspondiente de disputa hegemónica, asociada a fenómenos como el surgimiento de los monopolios, el aumento de la importancia del capital financiero, la fusión de los grandes negocios con el Estado y, sobre todo, la I Guerra Mundial, una señal de que el capitalismo había entrado en una fase de declive que conducía inexorablemente a su derrumbe y al triunfo de la revolución socialista. No obstante, identificaron correctamente esa fase histórica como una etapa de profundización y exacerbación de las contradicciones de todo orden del sistema capitalista y, más allá de su error en caracterizar la fase como terminal, de generación de condiciones favorables para la lucha de clases de los trabajadores y los pueblos oprimidos contra el yugo del imperialismo y el capital.

En la actual etapa, EE.UU. está activamente intentando frenar y revertir su pérdida de liderazgo económico y político a nivel mundial. Su política exterior está orientada, desde el fin de la guerra fría, por dos ideas fuerza: hacer del siglo XXI un “nuevo siglo americano”, es decir conservar su hegemonía, y, para ello y en segundo término, evitar el surgimiento de liderazgos globales que desafíen su estatus de primera potencia mundial. Para lo anterior cuenta con una fuerte influencia – a pesar de su disminución– política y económica y con una incontestable superioridad militar.

Para cumplir sus objetivos, EE.UU. ha fijado sus prioridades estratégicas en el Medio Oriente y en el océano Pacífico. En Medio Oriente ha reforzado sus alianzas con Israel y las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico, Arabia Saudita y Catar, provocando o agudizando una serie de graves conflictos regionales en su intento de modelar políticamente la zona de acuerdo a sus objetivos globales. La invasión de Irak y las recientes agresiones contra Libia y Siria, donde EE.UU. ha financiado y apoyado a mercenarios y terroristas para derrocar a sus gobiernos, han terminado por desestabilizar completamente la zona, que ahora enfrenta la amenaza del terrorismo del Estado Islámico, un nuevo monstruo armado y financiado por el imperialismo estadounidense y sus aliados regionales.

En el Extremo Oriente, buscan rodear y aislar a China, que emerge como una de las potencias que disputaría el liderazgo global a EE.UU., rodeándola de aliados que taponearían el acceso de China al Pacífico. En Europa, los estadounidenses intentan hacer lo mismo con Rusia, acercando las fronteras de la OTAN hasta la nación eslava, lo que ha detonado conflictos en Georgia y ahora en Ucrania. De paso, arrastra a la Unión Europea, el otro posible competidor económico de EEUU a escala mundial, a un conflicto que amenaza su desarrollo económico y bloquea su emergencia como actor político global.

No obstante sus intentos, EE.UU. no ha podido impedir el surgimiento de nuevos polos económicos y políticos. El más importante hasta ahora es la alianza entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica conocida por la sigla BRICS, que en su última reunión grupal ha planteado iniciativas como la creación de un banco de fomento que sea alternativa al FMI y el Banco Mundial. La crisis ucraniana ha impulsado también un acercamiento más estrecho entre Rusia y China, el que, entre otras medidas, ha “desdolarizado” su intercambio comercial. Todo lo anterior está empujando en la dirección de disminuir el papel del dólar como moneda mundial, lo que debilita uno de los instrumentos de dominio más poderosos de EE.UU.

La posición de EE.UU. se ve amenazada no sólo por el surgimiento de competidores económicos y políticos en el terreno internacional, sino por el debilitamiento de las bases de su propio poder. Su retroceso industrial ha ido acompañado de un creciente endeudamiento, que lo ha transformado de acreedor en deudor del planeta. Ese endeudamiento presiona a su vez sobre su presupuesto interno, el que, ante la carrera por el liderazgo global, al no poder permitirse una disminución drástica de los gastos militares, ha ido ajustándose por la vía de los recortes de los beneficios sociales. Esto a su vez golpea la clase trabajadora y la mayoría de la población, que ha sufrido un proceso de emprobrecimiento en las últimas décadas, disminuyendo no sólo su participación en la riqueza del país, sino también sus salarios reales. Lo anterior ha ido configurando un cuadro de conflictividad social creciente, que se ha expresado en movimientos como el “Occupy” y en el crecimiento de las tensiones raciales, como ha ocurrido recientemente con las protestas en Ferguson.

¿Quiénes son los competidores de EE.UU. por el liderazgo mundial? En primer lugar, la Unión Europea. Considerada como bloque, la UE es la principal economía del mundo y ha superado a EE.UU. en varias industrias de alta tecnología como la aeorespacial. Sin embargo, la UE no tiene la unidad política, por su carácter de asociación de Estados, ni la independencia política, por sus vínculos con EE.UU. a través de la Alianza Atlántica, como para rivalizar política y diplomáticamente con los norteamericanos. En el terreno militar, su debilidad es aún más pronunciada. Además, la crisis económica internacional ha golpeado con dureza a Europa, poniendo aún más de relieve la fragilidad de sus vínculos interestatales y revelando que, en especial para los países del sur de Europa, la UE es el coto privado de caza del gran capital alemán. A ello se suma la crisis ucraniana, que ha vuelto a colocar a Europa a la zaga de la política exterior estadounidense.

El otro candidato es China. Su economía, tras las de la UE y EE.UU, crece a un ritmo acelerado y en algunos años más va a superar a la estadounidense, convirtiéndose en la primera economía nacional del mundo. Su desarrollada diplomacia es absolutamente independiente de la de EE.UU y lleva décadas tejiendo redes de influencia y relaciones, sobre todo con países del ex movimiento de los no alineados; cuenta también con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y tiene por lo tanto derecho de veto. Es la tercera potencia militar del mundo, tras EE.UU. y Rusia. Con esta última es socio en la Organización de Cooperación de Shangai, OCS, junto a Kasajistán, Kirguistán, Tadjikistán y Uzbekistán.

En China, a diferencia de la ex URSS, no hubo un derrumbe de las estructuras de capitalismo de estado, que se han mantenido en lo esencial como eje rector político, económico y social de la nación. Una de las particularidades de China es que conviven, lado a lado, este capitalismo de estado junto con la economía capitalista, asentada fundamentalmente en la costa, en especial la correspondiente al capital transnacional. La base social del Estado es una burocracia a la que su control del aparato económico estatal da una enorme autonomía respecto de la economía capitalista, por lo que en estricto rigor no es un Estado capitalista controlado por las corporaciones, como el de EE.UU. o los de los estados europeos, sino un “Estado burocrático de capitalismo de estado”. Por ello, China no es una potencia imperialista y la rivalidad sino-estadounidense no puede ser caracterizada hoy en día como inter imperialista.

Ello no significa que al interior de la burocracia gobernante china no existan tendencias que impulsan a la liquidación del capitalismo de Estado y a la fundación de un estado capitalista en propiedad, tomando de paso el control de las grandes empresas estatales, como ocurrió en la ex URSS. Pero estas tendencias no han logrado imponerse y no es seguro que lo logren en el corto o mediano plazo. Incluso, desde el año 2007 hubo un retroceso en el ímpetu liberalizador de la burocracia, ante la creciente desigualdad que el desarrollo acelerado estaba provocando en la sociedad china y las presiones populares surgidas de aquélla.

Existen sin embargo tres factores estructurales que dificultan en extremo el surgimiento de una nueva hegemonía capitalista mundial: en primer lugar, las debilidades estructurales de la Unión Europea y la ausencia en China de una fuerza estatal capitalista que impulse una política agresiva de conquista de la hegemonía; es decir, hay tanto incapacidad como la falta de interés de los contendores de EE.UU. de disputarle el liderazgo a nivel mundial como líder unipolar hegemónico. En segundo lugar, en las anteriores fases de transición hegemónica los nuevos liderazgos siempre pasaron a países cada vez más grandes, pero que siempre representaban una fracción menor de la población mundial, un factor fundamental para que la captura de excedentes desde la periferia permitiera la acumulación de capital en el polo hegemónico y una redistribución interna sustantiva para mantener la paz social y el orden interior, condiciones esenciales para afrontar con éxito la proyección hacia el exterior; hoy esa condición no se cumple en el caso de China, por su población, ni de la Unión Europea, por su estructura política que reproduce internamente el esquema centro-periferia. Y en tercer término, esta nueva transición se desarrolla en una situación histórica inédita: por primera vez, la economía capitalista es el modo de producción fundamental en la casi totalidad del globo. Todo lo anterior configura un escenario internacional que apunta más bien al surgimiento de una situación de multipolaridad más que de emergencia de una nueva nación hegemónica, el menos en el futuro previsible.

Por lo tanto, estamos viviendo una época de lenta declinación de la potencia imperialista dominante, EE.UU., sin que se vislumbre una nueva hegemonía alternativa en el sistema global de dominación imperialista. Más bien, asoma un escenario multipolar, con potencias regionales que limitan el ejercicio hegemónico mundial de EE.UU. en sus esferas de influencia, y una  potencia económica y diplomática global, como China, que balancea el poder de los estadounidenses a nivel mundial.

Lo anterior ocurre en paralelo con una crisis económica mundial de características estructurales, con el bajo crecimiento transformado en enfermedad crónica del sistema capitalista. Se agrega una crisis social, expresada en la zona euro en los casos de España y Grecia, cuyo derrumbe económico ha dado paso a catástrofes sociales. Y a todo esto se suma también un creciente proceso de desestabilización del sistema interestatal en varias regiones del mundo –el Medio Oriente, Ucrania, el Magreb y África Occidental–, señal de la creciente incapacidad de EE.UU. de liderar el mundo.

Este escenario de acrecentamiento de las contradicciones del sistema capitalista mundial se expresa en la agudización de los dramáticos efectos sociales de la depresión capitalista (recesión económica, cesantía, desmantelamiento de redes sociales públicas) y multiplicación de conflictos armados en las “zonas calientes” del mundo, en especial Medio Oriente. Se generan condiciones sociales y políticas para un rearme de los trabajadores y los sujetos subalternos en todo el mundo, así como para un retorno de la izquierda anticapitalista a la palestra política, actores que se vieron muy debilitados, casi hasta la extinción, tras el derrumbe de la URSS y el advenimiento del orden internacional unipolar en los años 90.

Estados Unidos continúa siendo la principal fuerza de choque del imperialismo, a pesar de su debilitamiento político y económico y las crecientes dificultades que experimenta para hacer uso de su poderío militar; por el contrario, este debilitamiento progresivo aumenta su agresividad internacional. La neutralización y derrota política de EE.UU. es la principal tarea política a nivel internacional, para lo cual es imprescindible lograr construir alianzas internacionales interestatales que sean capaces de amarrarle las manos a EE.UU. y establecer mecanismos multilaterales efectivos que protejan la soberanía nacional y el derecho de los pueblos del mundo a construir alternativas al sistema capitalista y su engendro más nefasto, el imperialismo. En un escenario internacional en que no existe el paraguas protector que alguna vez fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, tales mecanismos multilaterales son indispensables en tanto no exista, como puede preverse para el período histórico próximo, un escudo político y militar de estados socialistas capaz de neutralizar al imperialismo y un movimiento obrero internacional capaz de influir decisivamente en los asuntos estatales los países capitalistas.

domingo, 10 de agosto de 2014

Reformas educacionales: las definiciones se acercan, los estudiantes se preparan



Después del 7 de julio, cuando el gobierno y la derecha presentaron su acuerdo para la reforma tributaria, el ministro Eyzaguirre comenzó a preparar el terreno para replicarlo en su área, anunciando que se escucharía a los estudiantes pero que éstos no tendrían la última palabra y que el diálogo que proponía el gobierno sería “incidente pero no vinculante”. Pero el ministro se sobreactuó y terminó, en entrevista otorgada a El Mercurio, adelantando la idea de acotar la gratuidad a cuatro años, con lo que malogró, temporalmente, la maniobra.

La idea del gobierno es presentar algo que comunicacionalmente parezca gratuidad de la educación superior pero que en el fondo no lo sea. El senador Jaime Quintana lo reconoció en entrevista a La Segunda posterior a las declaraciones de Eyzaguirre, diciendo que lo primero era ponerse de acuerdo en la gratuidad como principio y luego examinar los “detalles” de la implementación, por ejemplo si se financian cuatro años o la carrera completa.

Los “diálogos participativos” ideados por el ministerio de Educación son un mecanismo para legitimar las reformas educacionales y evitar depender de la participación de los actores del movimiento por la educación para ello. A la vez, ellos son una herramienta concebida para o domesticar al movimiento estudiantil, sometiéndolo a una participación meramente decorativa, o a aislarlo, acusándolo de intransigencia si no participa.

Entre los secundarios, divididos y fragmentados desde hace muchos años, hubo opiniones encontradas. La CONES, dirigida por las JJCC y Revolución Democrática, resolvió participar; la ACES, en cambio, decidió restarse. 

En los universitarios, la Confech, con mucha mayor conciencia del escenario y los riesgos que comportaban tanto la participación como la automarginación, decidió exigir garantías al ejecutivo para su participación: derogación del DFL 2 que impide la participación de estudiantes y funcionarios en los gobiernos universitarios, carácter vinculante de las discusiones, posibilidad de presentar documentos y proyectos alternativos a los del Ejecutivo y retiro de los proyectos de ley ya enviados.

Hasta el viernes 19 de julio, Eyzaguirre sólo había acogido la derogación del DFL 2. Había declarado explícitamente que la participación no iba a ser vinculante. Pero la entrevista al Mercurio y el terremoto político que provocó cambiaron la situación, dejando al ministro políticamente muy debilitado. La Confech aprovechó la ocasión y obtuvo otras dos garantías fundamentales de sus exigencias: el carácter vinculante de las discusiones y la posibilidad de presentar alternativas a los proyectos del ejecutivo.

De esta manera, fracasa la trampa del gobierno a los estudiantes, pues no logra domesticarlos con un diálogo intrascendente y los deja con un argumento importante para retirarse del diálogo cuando el ejecutivo revele por fin su agenda. Además, los estudiantes universitarios logran instalar una importante demanda democrática con la derogación del DFL 2, primer avance hacia la recuperación del cogobierno universitario.

La decisión del Confech se hace no sin fricciones internas, pero los resultados justifican el proceder de la organización, ya que los universitarios salen bien parados en comparación con los secundarios, que no han logrado avanzar en sus demandas y enfrentan divididos al gobierno, entre el gobiernismo de la CONES y la incapacidad de la ACES de ir más allá de la retórica de la intransigencia.

Lo fundamental es que los estudiantes mantengan la presión en las calles como eje de su accionar, conserven el apoyo de la mayoría popular y sean capaces de sumar a otros sectores, partiendo por los trabajadores, a sus demandas. Esas son las condiciones para poder disputar con éxito al gobierno cuando por fin devele sus cartas y sea necesario pasar a formas más radicales de lucha para conquistar el derecho a la educación.


Iván Vitta

martes, 5 de agosto de 2014

Chefs y pinches de cocina



El 7 de julio, fecha en que se anuncia el acuerdo entre el gobierno y senadores de la Alianza y de gobierno por la reforma tributaria, constituye el punto de inflexión en la trayectoria gatopardista de la Concertación/Nueva Mayoría. A partir de ese momento, terminan las comedias y los bailes de disfraces y sale a la superficie el verdadero proyecto de Bachelet y sus disciplinados ministros.

Se dice que una de las motivaciones del gobierno para llegar a este acuerdo fue evitar los costos políticos de la desaceleración económica. Si bien la desaceleración es real, y más profunda de lo que anticiparon los analistas, y también es cierto que la Alianza y los grandes medios de comunicación monopólicos habían logrado posicionar la asociación entre esta desaceleración económica y la reforma tributaria, este no es un factor causante del giro, sino sólo acelerador, un catalizador de una cambio de orientación discursiva que se iba a producir tarde o temprano, dados los compromisos y lazos del personal político de gobierno con los grandes empresarios.

Este acuerdo revela el pensamiento íntimo de Bachelet. No debemos olvidar que el año pasado la entonces candidata, recién llegada a Chile, intentó fijar su posición respecto de la educación gratuita señalando que no estaba de acuerdo con la gratuidad, porque le parecía injusto que quienes tenían recursos suficientes para pagar no lo hiciera. Al día siguiente, una gigantesca marcha estudiantil exigiendo gratuidad la convenció de que la oposición frontal a la gratuidad no era una buena táctica electoral. A partir de ese momento se produce el giro discursivo que la llevará a asumir, de forma ambigua, las “demandas de la calle”, que sería en adelante el relato oficial de la campaña y el gobierno.

Hasta que el 7 de Julio se sinceran las cosas.

Como han advertido varios analistas, la reforma tributaria queda completamente desnaturalizada con los cambios introducidos, estimando algunos que no sólo no va a recaudar los 8.200 millones de dólares que constituyen el objetivo, sino incluso podría significar un retroceso respecto de la actual recaudación, al abrirse nuevas puertas a la evasión.

Pocos días tras el acuerdo tributario, el ministro de educación, Nicolás Eyzaguirre, anunció que no iba a escuchar “a la calle” para las reformas en educación. El jueves 17, en entrevista a La Segunda, reconoció además que el complejo mecanismo de “participación” pergeñado por su cartera iba a aceptar sólo aquellas propuestas que coincidieran con el programa de gobierno, dejando automáticamente fuera los petitorios estudiantiles.

El acuerdo tributario reveló que existen dos sectores en la Nueva Mayoría, los chefs y los “pinches de cocina”, como expresó brutalmente el senador Andrés Zaldívar. Unos son el viejo “partido del orden”, que tienen derecho a participar en la “cocina” de las leyes y reformas. El resto son ayudantes que ayudan a ganar elecciones, pero cuya opinión no pesa para las grandes reformas.

En los hechos, quedó definitivamente claro que no existe una coalición de gobierno, sino sólo lo que fue una coalición electoral, cuya opinión tiene un peso marginal en las decisiones de La Moneda. La autonomía del ejecutivo y de los parlamentarios respecto de los partidos les permite un amplio margen de maniobra. Es este margen el que ha permitido terminar de reacomodar el bloque político dominante a la nueva correlación de fuerzas pos elecciones, usando los canales informales de la política.

El acuerdo tributario constituye un profundo golpe político a la “izquierda” de la Nueva Mayoría. Para el PC en particular, es la reiteración de una derrota históricamente recurrente. Después de González Videla, del apoyo de la DC al golpe de 1973 y de los acuerdos de la Concertación con EEUU y los militares para mantener el modelo dictatorial, a fines de los 80, vuelve una vez más a fracasar la confianza política depositada por el PC en la “burguesía democrática”.


Iván Vitta

viernes, 30 de mayo de 2014

Zanahorias y garrotes para los estudiantes


Iván Vitta

Tras la exitosa marcha del 8 de mayo pasado, que congregó cien mil personas en Santiago y decenas de miles más en otras regiones del país, el gobierno de la Nueva Mayoría parece haber adoptado una estrategia de zanahoria y garrote hacia el movimiento estudiantil, coincidiendo con el envío al parlamento de sus primeros proyectos de ley sobre reforma educacional y el primer mensaje presidencial. El objetivo es neutralizar a un movimiento social que mantiene su distancia crítica y autonomía respecto del gobierno.

La zanahoria, además de los primeros proyectos enviados el 19 de mayo al Congreso, fue la agenda corta anunciada en el mensaje presidencial del 21. Pero, sabiendo el rechazo que los anuncios iban a despertar entre la mayoría del CONFECH, en paralelo se iniciaron al menos dos operaciones políticas que apuntaron a aislar políticamente a las direcciones estudiantiles de izquierda radical.

En la primera de dichas operaciones, se buscó meter una cuña al interior de la CONFECH el día domingo 18, cuando terminaba una reunión de dicho organismo realizada el fin de semana. Cuando terminaba la reunión, sin mayores sobresaltos y habiéndose impuesto la línea crítica hacia el gobierno y sus proyectos, Naschla Aburman, presidenta de la FEUC y militante del NAU, juventud universitaria de facto de Revolución Democrática, denunció la existencia de una amenaza dirigida contra ella, exigiendo un pronunciamiento de la CONFECH contra la violencia. Pero su exigencia no se limitaba a una condena hacia las amenazas que habría recibido, sino que también demandó que esa condena se hiciera extensiva a los desórdenes que han acompañado las movilizaciones estudiantiles, rechazo  que está lejos de contar con apoyo al interior del CONFECH y en que el NAU y RD han estado en una clara minoría.

Aburman entonces renunció a la vocería del CONFECH, cuestión que de inmediato fue presentado por los medios como un “quiebre” dentro de la organización estudiantil. La voz cantante en esta campaña mediática la llevó el periódico electrónico El Mostrador, convertido en voz oficiosa del gobierno, medio que presentó la posterior retractación de Aburman como un “quiebre de mano” a la CONFECH.

En otra operación claramente coordinada, Carabineros detuvo y presentó el día lunes 19 al estudiante Bryan Seguel, del entorno personal de la presidenta de la FECH Melisa Sepúlveda y militante del FEL como ella, como uno de los responsables de la golpiza que sufrió un efectivo de Fuerzas Especiales que tuvo la mala ocurrencia de perseguir solo, en el acto alternativo del 1° de Mayo, a un manifestante hasta el interior de la Plaza Brasil, que se encontraba llena de asistentes, quienes reaccionaron en defensa del perseguido. Este montaje policial terminó con Bryan en libertad, pues la corte rechazó las endebles pruebas presentadas por el Ministerio Público. Sin embargo, la inteligencia policial incautó y no devolvió el computador de Bryan, que fue requisado en el allanamiento de su domicilio.

El objetivo del montaje contra Bryan Seguel y de la operación “quiebre” del CONFECH apunta claramente a vincular a las dirigencias de izquierda del CONFECH a la imagen de “violentistas”, además de “intransigentes”, y lograr así su pérdida de legitimidad y aislamiento político respecto de las amplias masas ciudadanas que apoyan las demandas por la educación planteadas por el movimiento estudiantil.

Se repite el guión de inicios de la “transición”, cuando las organizaciones más o menos autónomas fueron aisladas y divididas, para eliminar obstáculos para la gobernabilidad. La reconstrucción de la gobernabilidad neoliberal por la Nueva Mayoría los obliga a repetir la estrategia, rodeándose de organizaciones obsecuentes, como la CUT, y persiguiendo a los críticos. No olvidemos que el actual ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, se dio a conocer en la política quebrando la CONFECH el año 1997.

jueves, 8 de mayo de 2014

La ofensiva imperialista


Iván Vitta

En las últimas seis semanas, la escena internacional ha estado marcada por los sucesos de Venezuela y Ucrania, donde se han producido intentos de desestabilización en los que las huellas digitales del imperialismo estadounidense resultan inconfundibles. Los resultados están aún lejos de los objetivos: en Venezuela, la campaña de desestabilización aparece controlada y acotada a un pequeño número de municipios de clase alta; en Ucrania, se logró el derrocamiento del presidente Yanukovich y la instalación de un gobierno de facto hegemonizado por sectores de la extrema derecha nacionalista, pero Rusia respondió alentando y logrando la reincorporación de la península de Crimea a la Federación Rusa, debilitando al gobierno de facto ucraniano y fortaleciendo su propia posición en la zona.

Los objetivos políticos del imperialismo son claros: en Venezuela, alterar radicalmente la correlación de fuerzas en A. Latina, removiendo al principal actor político de la autonomía con que ha actuado el subcontinente respecto de EEUU y aislando a Cuba. En el de Ucrania, cercar a Rusia aislándola de un territorio que desde el siglo XIX es visto por los dirigentes políticos europeos como clave para contener al gigante euroasiático.

Estos objetivos son a su vez la materialización del objetivo central de la política de EEUU desde el colapso de la URSS: impedir el surgimiento de potencias globales que desafíen su hegemonía.

Ese objetivo enfrenta dificultades crecientes a nivel global, dado el sostenido proceso de debilitamiento económico de EEUU a nivel mundial. Al finalizar la II Guerra Mundial, el PIB de EEUU era aproximadamente el 50% del PIB mundial; en 1975, alcanzaba a un 25%; hoy en día, es alrededor del 20%. Sectores económicos emblemáticos de su potencia industrial han acabado emigrando a otras latitudes, como el sector automotriz o la electrónica. En otros renglones industriales de alta tecnología, EEUU ha perdido su hegemonía frente a sus competidores globales, como ha ocurrido en la industria aeronáutica con la fuerte competencia del consorcio europeo Airbus contra Boeing.

A lo anterior se suma su fuerte endeudamiento, que ha hecho a EEUU pasar de ser el principal acreedor a ser el principal deudor mundial. En ello ha influido fuertemente su astronómico déficit fiscal, impulsado por sus enormes gastos militares.

Esta erosión de su hegemonía económica no significa, sin embargo, el debilitamiento absoluto de su posición de poder, en especial en el terreno militar, donde EEUU continúa siendo, y por lejos, la primera potencia mundial, con una red de 900 bases militares en todo el planeta. 

Pero EEUU encuentra crecientemente dificultades para hacer uso de esta fuerza militar. Si en los años 90 pudo intervenir abiertamente en Yugoeslavia, sin ninguna oposición a nivel internacional, ya en su segunda intervención en Irak, el año 2003, encontró fuerte oposición. El año recién pasado, no pudo reunir apoyo político para una intervención en Siria, incluso de parte de un aliado casi incondicional como el Reino Unido.

Las dificultades políticas no se reducen, empero, a su intervención militar, sino también a sus esfuerzos diplomáticos y económicos. En la obstaculización de éstos, Rusia y Venezuela han desempeñado roles protagónicos. Rusia neutralizó el año 2008 a uno de los aliados incondicionales de EEUU en el Cáucaso, Georgia. Las negociaciones entre Rusia y la Unión Europea, finalmente, dejaron fuera a EEUU de la resolución de la crisis.

Venezuela debutó a nivel internacional, por su parte, encabezando la oposición al Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, en la cumbre de Mar del Plata, el año 2005. Encabezó el proceso de revoluciones nacionales antiimperialistas al que se sumaron luego Bolivia y Ecuador y es un aliado político y económico clave de Cuba. Su influencia política, además, permea a gobiernos que no son revolucionarios pero que llevan una línea política internacional más autónoma respecto de EEUU, como Brasil y Argentina.

EEUU ha decidido remover estos obstáculos. Contra Venezuela alienta a la oposición derechista y golpista y pone su aparato mediático mundial al servicio de la desestabilización, intentando repetir el fracasado golpe del año 2002. Contra Rusia, intenta rodearla de territorios hostiles aliados de EEUU, para emplazar sus misiles, como ocurrió anteriormente con Polonia. Adicionalmente, busca evitar la constitución de polos que amenacen a nivel regional sus posiciones, como un eje París-Berlín-Moscú en Europa o Moscú-Beijing en Asia.

No hay que confundirse con EEUU: a pesar de su debilitamiento relativo, sigue siendo la principal fuerza de choque del imperialismo a nivel internacional. Su capacidad militar y su posición económica aún como primera economía del mundo siguen siendo fuentes de poder político y diplomático. La lucha antiimperialista sigue teniendo en EEUU a su principal enemigo. Los hechos recientes en Venezuela y Ucrania lo demuestran.

sábado, 29 de marzo de 2014

Las elecciones de rector en la U. de Chile y los desafíos de las fuerzas de cambio



Comparto con ustedes esta muy buena columna del compañero Fernando Encina, delegado de postgrado de la FECH, sobre las elecciones de rector de la Universidad de Chile.

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El escenario de movilización social abierto durante los últimos años en Chile, aquel que hubo de gestarse durante la primera década del milenio y que comienza definitivamente a nacer con la potencia de las calles en el 2011, dio inicio y lugar a importantes discusiones al interior de las fuerzas políticas de la izquierda transformadora. El programa antineoliberal construido al calor de las más importantes movilizaciones de las últimas décadas, ha puesto a las fuerzas de cambio en una importante situación de proyección política, trayendo consigo mayores responsabilidades y la necesidad imperiosa de aprender aceleradamente a abrir camino, ya no sólo en el plano de las palabras sino que en el de la realidad misma.

Esta necesidad se ha hecho mucho más palpable a propósito de los últimos procesos de disputa electoral librados tanto hacia los órganos de Estado, como en el seno de los espacios organizativos autónomos de la sociedad civil. Luego de varios aprendizajes, hoy nuevamente los sectores que promovemos cambios estructurales para el sistema educacional y la sociedad en su conjunto deberemos enfrentar un proceso político-electoral de gran importancia, sobre el cual resulta ineludible debatir y desarrollar proyecciones: se trata de las elecciones de Rector y autoridades universitarias a realizarse durante el mes de mayo en la Universidad de Chile, institución cuya gravitación social y política en la sociedad chilena constituye un hecho indiscutido, dado su lugar histórico en el despliegue de los procesos sociales emancipadores, así como en su capacidad contingente de marcar pauta y posiciones en lo que respecta a la política de Estado, hoy particularmente tensionada.

Los contenidos de nuestra apuesta se presentan ya suficientemente esclarecidos. La construcción de un gobierno triestamental y democratizado en todos sus niveles, que impulse transformaciones profundas en el sistema de acceso a la educación superior, en las definiciones y orientaciones para la producción y extensión del conocimiento, y que instituya condiciones laborales dignas para los trabajadores académicos y no académicos del espacio universitario, son objetivos posibles de alcanzar en la medida que éstos primen a la hora de organizar a las fuerzas transformadoras para hacer frente y lograr los mayores pasos de avance en este momento político.

Ahora bien, lo que otorga mayor relevancia a la coyuntura política y electoral de la Casa de Bello se ubica por sobre todo en el plano de la disputa por el contenido de la reforma educacional impulsada inicialmente por los movimientos sociales y hoy tramitada de diversas maneras y con distintas intensiones por los sectores políticos del statu quo, con énfasis en el gobierno entrante de la Nueva Mayoría. El carácter difuso de su programa educacional y la ausencia de un diseño para el inicio de su implementación es probablemente la primera escena de un camino que ha de abrir álgidos procesos de conflicto a los cuales las fuerzas transformadoras hemos de llegar con las más robustas y pulidas herramientas.

Resulta fundamental contar con una voz clara y rotunda, investida por la potencia histórica de la Universidad de Chile y que incida con fuerza en los escenarios venideros. Una que ingrese al campo de disputa proponiendo claridades profundas sobre la apuesta de transformaciones estructurales masivamente anheladas e impulsadas, y que haga frente a los engañosos planteamientos que hoy entran a escena de la mano del nuevo gobierno con su torcida propuesta relativa al estatuto de “lo público”[1]. Nuestra voz ha de sostener y profundizar la caracterización que el movimiento estudiantil ha comenzado a plantear en el debate, a saber, que el rol del Estado no es el de sostener el financiamiento a los proyectos educativos privados, sino el de fortalecer y extender un sistema de educación estatal, gratuito, universal  y de calidad en todos sus niveles, cuyo financiamiento debe estar contemplado en el presupuesto de la nación para cubrir sus requerimientos a través de fondos de libre disposición, es decir, a ser administrados autónomamente por las comunidades de las instituciones estatales receptoras.

A todas luces, el momento político resuena con altas exigencias para la izquierda transformadora, y en la Universidad de Chile deberemos estar a la altura de las circunstancias. Actualmente el proceso electoral cuenta con dos candidaturas a Rector que coinciden en la defensa de los aspectos programáticos aquí explicitados y que se posicionan a favor de los intereses y demandas levantadas por los movimientos sociales. Se trata de los profesores Ennio Vivaldi y Gonzalo Díaz, ambos importantes figuras políticas y académicas del espacio universitario, que cuentan con grandes aptitudes para encabezar un esfuerzo colectivo y unitario con reales posibilidades de disputa electoral. Nuestra tarea: concitar la unidad de los agrupamientos que cada precandidatura ha construido y levantar desde allí un programa y una candidatura única, mancomunando esfuerzos que hoy corren el peligro de verse enfrentados y compitiendo por la adhesión electoral académica, reeditando la dinámica de dispersión e impotencia que últimamente ha caracterizado los esfuerzos de la izquierda y echado por tierra la posibilidad de posicionar una alternativa que facilite los procesos de lucha social y política durante los próximos años. Una participación disgregada en esta coyuntura pudiese además significar el ascenso al gobierno universitario de fuerzas realmente perjudiciales, tanto para los procesos internos de la institución como ante los posicionamientos públicos que durante los próximos cuatro años determinarán en gran medida los esperados avances o potenciales retrocesos de las fuerzas sociales transformadoras.

Nuestra claridad ha de estar en anteponer los objetivos políticos comunes y actualmente alcanzables a cualquier otro criterio ordenador del proceso de disputa político y electoral en curso. Hasta ahora los espacios de elaboración programática y el levantamiento general de las campañas de las candidaturas en cuestión han transitado por distintos y distantes caminos, situación que disminuye cada día las posibilidades reales de convergencia. Tenemos poco tiempo para resolver esta delicada situación, por lo que sentarnos a dialogar, levantar juntos un único y definitorio proceso de construcción programática y, paralelamente, acordar la mejor forma mediante la cual se ha de resolver la candidatura única y definitiva del sector, son tareas urgentes y para las cuales se requiere el concurso de los esfuerzos de la mayor cantidad de actores de la comunidad universitaria.

viernes, 7 de marzo de 2014

El gabinete gatopardista de Bachelet


Iván Vitta

La designación del gabinete de Bachelet y de los próximos intendentes generó todo tipo de controversias, centradas en los problemas de probidad y conflictos de interés de los designados. Menos atención se puso en la orientación política que estas designaciones representan en términos de proyecto, fuerzas políticas y fuerzas sociales de apoyo.

En primer lugar, el proyecto que traslucen las designaciones es claramente social-liberal, la variante “progresista” del neoliberalismo. Ello se expresa con nitidez en los nombramientos en los ministerios sectoriales, en especial en aquél que está hoy día en el centro de las demandas político-sociales, Educación. Nicolás Eyzaguirre es un tecnócrata neoliberal que fue director del FMI, instrumento mundial del sometimiento de las economías periféricas a los dictados del Consenso de Washington.

La designación de Claudia Peirano como Subsecretaria de la cartera, quien finalmente renunció, no fue, como se ha indicado, un “error”. Por el contrario, expresaba la voluntad de Bachelet de poner a connotados agentes políticos del modelo educacional mercantil a controlar y darles forma a los cambios que se busca introducir en educación.

Los nombramientos de Eyzaguirre y Peirano fueron una señal política clara de continuismo orientada hacia la extensa burguesía educacional que se ha formado en los últimos treinta años al calor del modelo mercantil.

Las políticas educativas de la Concertación tuvieron como objetivo, durante veinte años, desarrollar el capitalismo educacional, inyectándole cuantiosos fondos públicos por decenas de miles de millones de dólares y desarrollándole un mercado por el expediente de abandonar la educación pública a la suerte de los municipios que la sostenían, en el caso de primaria y secundaria, o del autofinanciamiento, en la educación superior. El debilitamiento de la educación pública no fue un efecto colateral no deseado; por el contrario, era una condición necesaria para el desarrollo de dicho capitalismo educacional.

A esa burguesía, representada a nivel político, dentro de la Nueva Mayoría, principalmente por la Democracia Cristiana, estuvieron orientados los nombramientos, garantizando que ningún cambio afectará sus intereses. Es por ello que Bachelet, a pesar de la reticencia de la propia Claudia Peirano, que le advirtió de su situación personal, insistió en el nombramiento.

Estas señales en el sector educación se repitieron en todo el gabinete, al que se incorporaron cuadros provenientes de grandes empresas mineras, energéticas y de otros sectores económicos. El mensaje político es claro: la Nueva Mayoría sigue alineada con los intereses económicos del gran empresariado nacional y transnacional.

En segundo término, el gabinete refleja el intento de Bachelet de consolidar su poder personal rodeándose de un grupo de personeros –con pocas excepciones– de bajo perfil partidario y alta cercanía y lealtad personal con ella, consolidando al “bacheletismo” como partido transversal de la Nueva Mayoría y alejándose claramente de los liderazgos concertacionistas tradicionales, apoyada en una camada más reciente de cuadros concertacionistas, de un perfil más técnico y desideologizado. Con un amplio capital político, Bachelet apuesta por una mayor autonomía política respecto de los partidos de la NM, estableciendo un nuevo equilibrio con ellos, en el que será ella quien intentará llevar las riendas para darle credibilidad y coherencia a sus reformas.

En tercer lugar, los nombramientos muestran que no todos los partidos de la NM tienen el mismo peso político en el nuevo gobierno. La DC, el PS y el PPD continuarán siendo el eje político. Los partidos menores (PC, MAS, IC y PRSD) tendrán una presencia muy menguada en el gabinete y estarán ausentes de las intendencias. En la práctica, se ha reafirmado el carácter de la NM, siguiendo los deseos de la DC, como coalición programática y no una de carácter político. Por lo tanto, la Concertación sigue operando como alianza política de facto.

El rol secundario del resto de las fuerzas de la NM –la mesa del pellejo– quedó de manifiesto cuando DC, PS y PPD salieron a pedir explicaciones al PC por las críticas de sus diputados a las designaciones, obligando a Teillier a desautorizar a sus militantes.

En conclusión, tanto el proyecto como las fuerzas de apoyo del próximo gobierno, expresados en las designaciones, apuntan a una mezcla de continuidad de las políticas neoliberales junto con cambios acotados y dentro de la lógica del mismo modelo, no en ruptura con él, los que en ningún caso alterarán la esencia del capitalismo neoliberal. Los cambios de Bachelet no estarán a la altura de las necesidades de los trabajadores y el pueblo de Chile.

El desafío para las fuerzas populares será por tanto doblarle la mano al gatopardismo bacheletista y abrirle paso a transformaciones radicales del modelo por medio de la lucha.

lunes, 17 de febrero de 2014

A Gabriel Boric sobre Venezuela. Una respuesta necesaria




Carla Amtmann
Iván Vitta

El día 12 de febrero del presente mes, la oposición de derecha en Venezuela desplegó sus fuerzas para avanzar con el objetivo asumido desde el momento mismo en que Hugo Chávez Frías llega al poder en 1999: derrocar al gobierno bolivariano sea cual sea la forma que haya que utilizar para ello.

Lo acontecido es transmitido por la prensa internacional hegemónica de manera distorsionada –ninguna novedad si recordamos la complicidad de los medios en el golpe de estado del año 2002– y, sobretodo, poniendo el énfasis en las acciones de violencia, que  efectivamente se desataron en los centros más importantes del país,  haciendo eco a los llamados de rebelión que los líderes de la oposición como Leopoldo López, Maria Corina Machado y Antonio Ledezma han impulsado.

Tras el golpe del año 2002, que se logró revertir gracias el gran esfuerzo de las fuerzas populares y despliegue de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, el imperialismo y la derecha venezolana han buscado diversas estrategias apostando en este último periodo a la vía electoral –pese a que en un momento previo habían negado incluso reconocer la Constitución y participar en elecciones parlamentarias-.

Este año, después de tener unos resultados estrechos en las elecciones presidenciales –aunque menos estrechos que las diferencias de votos obtenidas incluso en algunas elecciones aquí en Chile como entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín- la oposición ha desplegado un guion permanente de hostigamiento y boicot económico desconociendo el triunfo de Nicolás Maduro. Si bien hay diferencias en el plan a seguir –derrocamiento, triunfo en referéndum o próximas elecciones- lo claro es que la derecha ha de velar por la generación de caos y descontrol  ya que restar respaldo popular al gobierno es un requisito previo para cualquiera  sea la táctica. 

Las respuestas de los distintos países del mundo ante esta nueva intentona sediciosa y desestabilizadora no se hicieron esperar. Ecuador, Bolivia, Cuba, Argentina y Uruguay encabezaron los apoyos al gobierno bolivariano, enfatizando en la responsabilidad de la oposición en las acciones de violencia y hostigamiento hacia el gobierno democrático.

En Chile, las fuerzas se han manifestado en base a sus diversos principios ideológicos y políticos. La UDI y la DC se han alineado, como era de esperar en coherencia a su común pasado golpista, con la oposición venezolana. Las fuerzas pro-bolivarianas han solidarizado con el gobierno electo democráticamente. Así ninguna de estas posturas nos sorprendió; en cambio sí lo hizo, cuando apareció, la declaración del diputado electo Gabriel Boric.

Gabriel, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, es quien hoy se levanta como uno de los pocos que desde el parlamento defenderá las verdaderas demandas del movimiento estudiantil.

Militante de Izquierda Autónoma, agrupación que define al marxismo como parte de su matriz teórica analítica, y entre sus textos predilectos dicen encontrar a Lenin y Gramsci; frente a la actual coyuntura, ha realizado una serie de desafortunados e imprecisos comentarios, que revelan en el futuro diputado y en su colectividad en general, no solo confusiones y vacíos sino que abiertas contradicciones.

Creemos que estas declaraciones de Boric no pueden dejarse pasar sin más, y que a su vez debemos contribuir a sacarlas del debate chico que las redes sociales imponen, que solo hace que se caigan en generalizaciones que en nada ayudan a la construcción de la izquierda chilena.

Y es cierto que ante la inmensa ola de solidaridad y férreo compromiso que la izquierda latinoamericana ha mostrado en estos últimos días – la que Boric ha calificado de “obsecuente”– sus palabras son verdaderamente insignificantes. Sin embargo sus dichos, reflejo de un posicionamiento ambiguo, nos interesan pues se articulan hoy en el contexto del necesario debate que como izquierda debemos impulsar en Chile, para enfrentar la necesaria e histórica tarea de construir un nuevo proyecto y fuerza político social de izquierda para conquistar el Chile del mañana.

Precisamente es en momentos como estos donde se puede ver con mayor claridad la izquierda que queremos construir y el proyecto que buscamos levantar para nuestro país. En momentos de crisis se aclaran las aguas y se despejan las verdaderas posiciones, abriéndose debates necesarios que debemos enfrentar de manera crítica, fraterna y con mirada de futuro.

Por tanto, ésta respuesta no está solo dirigida a Gabriel ni impulsado por sus dichos parcelados, sino que viene a responder a los principios ideológicos y políticos que sustentan sus dichos y que consideramos en nada beneficiosos a la hora de plantearnos la construcción de un verdadero proyecto anticapitalista para América Latina.


Para las generaciones que estamos llamados a proyectar en el futuro los cambios en Chile y América Latina,  la revolución bolivariana es el primer proceso que vivimos conscientemente desde su gestación y hemos seguido hasta el día de hoy. Marca nuestra historia latinoamericana, nos enseña diversas lecciones de lo que hay que hacer como también de lo que hay que evitar realizar,  y por tanto también lo que sea que queramos o no pensar para Chile. Es importante y vale la pena entonces detenerse en ello.

Vamos por parte.

Gabriel ha señalado tres comentarios sobre la coyuntura política especial que se vive hoy en Venezuela.

Lo primero que plantea es que “La izquierda latinoamericana no puede permanecer impávida, obsecuente, y acusando de fascista o traidor a todo quien critique al gobierno de Maduro. Es un hecho que en Venezuela hay problemas (de distintas índoles y por diversas causas), y la irreflexividad solo atonta e impide aprender para avanzar”.

Ya partimos confundidos. ¿A qué críticas se refiere? Siendo una declaración al día siguiente del inicio de las protestas, se puede suponer que se refiere a las críticas que enarbolan los venezolanos que salieron a protestar contra el gobierno bolivariano. De ser así no podemos permitir ninguna concesión al respecto.

Que en Venezuela hay problemas no cabe ninguna duda, que hay deficiencias, corrupción y que se atraviesa por una crisis económica es algo que se debe analizar y poner siempre sobre la mesa. En la propia izquierda venezolana y continental hay un permanente debate sobre esta situación, buscando aportar y poder destrabar aquellos nudos que impiden seguir profundizando y avanzado el proceso abierto con el triunfo del Comandante Hugo Chávez.

Pero de ahí a suponer que las manifestaciones callejeras, recién vistas, son el correlato en la calle de las críticas ante esos problemas es un grave error, una inaceptable tergiversación o una falta de información inaceptable en un futuro diputado de izquierda. No cabe duda que las movilizaciones de estos últimos días en Venezuela las ha orquestado la oposición de derecha.

Y todos sabemos que el verdadero objetivo de la oposición venezolana con las protestas de esta semana no es corregir los errores de la Revolución Bolivariana, sino desestabilizarla y, finalmente, derrotarla. Ante ello, la ambigüedad de Boric en este apartado solo tiene como resultado un blindaje gratuito y pernicioso a una oposición que no critica los problemas y deficiencias del modelo, sino que, al contrario, critica los logros que han resultado de él: la pérdida de poder de la burguesía y el imperialismo, y el empoderamiento de los sectores populares. A las críticas de la derecha no se le puede hacer ni una sola concesión y como ellas son hoy las protagonistas del escenario que se desarrolla en Venezuela, debemos cerrar filas junto a todas las fuerzas venezolanas y continentales, -muchas de ellas profundamente críticas ante los errores y deficiencias del proceso-, que hoy apoyan al gobierno bolivariano.

Si a críticas desde la vereda del socialismo, antiimperialismo y latinoamericanismo se refiere, entonces abierto está ese profundo debate de crítica y autocrítica que debe atravesar la izquierda y del cual muchas de las fuerzas bolivarianas son parte, siempre que son posturas que apuntan a un fortalecimiento y profundización del proceso y no a una retira ante las fuerzas opositoras.

Luego de este inicio ambiguo Gabriel Boric señala como segundo punto Lamento y condeno los asesinatos de estudiantes y un civil, sea quien sea quien haya apretado el gatillo. Sin matices”.

Aquí se pone aún más inconsistente nuestro “marxista”, al colocar en un mismo plano moral la violencia que en todo proceso revolucionario los sectores dominantes oponen al avance de las fuerzas sociales populares, con las medidas y medios necesarios que dichas fuerzas populares oponen a esa violencia reaccionaria.

Aun compartiendo la preocupación sobre la agudización de la violencia política desatada, y lamentando la muerte de jóvenes que muchas veces son convidados a defender intereses ajenos, lo justo sería esperar las investigaciones y clarificación de los hechos, antes de lanzar los dardos. No olvidemos que a los días siguientes del triunfo de Maduro murieron en manos de la oposición 11 chavistas, y que dentro de los asesinatos de estos días había por lo menos un militante del PSUV. La violencia desatada durante todos estos años de gobierno ha venido la mayoría de las veces por parte de los grupos de derecha. ¿Son entonces estas tres muertes lo que debe ponerse en el centro para tomar postura y para matizar nuestro apoyo al gobierno bolivariano?  Creemos que no.

Pero lo más importante tal vez sobre este punto, como segundo aspecto,  es la inferencia como postura generalizada, moral e ideológica que manifiesta sobre la violencia cuando plantea un análisis “sin matices”. Aquí nos saldremos del contexto y nos iremos a las diferencias de fondo que tenemos con las posiciones detrás de las expresiones de Boric.

En una revolución, las fuerzas revolucionarias no tienen sólo el derecho, sino el deber de defender el proceso. La experiencia histórica, incluyendo el golpe militar de 1973 que Boric menciona más adelante en su declaración, muestra que la reacción burguesa e imperialista no tendrá ninguna compasión con las fuerzas populares si estas se dejan derrotar. Organizar la fuerza necesaria para romper la resistencia de la reacción es, por una parte, una necesidad política que permite destrabar el avance del proceso; pero es también una obligación moral para con los cientos de miles de trabajadores y trabajadoras, con las amplias masas populares que deciden apoyarlo.

Toda revolución produce su propia legitimidad y legitima a su vez los medios necesarios para su avance, en la medida que es la expresión de la voluntad de amplias masas trabajadoras y populares. Entre esos medios está el uso de la fuerza, incluso de la violencia armada, en forma proporcional a la resistencia del enemigo.

Si en 1973 la Unidad Popular hubiera tenido la capacidad real de detener el golpe militar y hubiera derrotado esa intentona, ahorrando al país miles de asesinados y desaparecidos, decenas de miles de torturados y exiliados y generaciones completas arrasadas por el capitalismo neoliberal, ¿cabría lamentarse acaso de que hubieran caído algunos sediciosos que combatían por los privilegios de clase de la burguesía y del imperialismo? ¿Podrían ponerse en un mismo plano que aquéllos que hubieran rendido su vida en defensa de los intereses de los trabajadores y del pueblo? La respuesta política y moral es un rotundo no.

El tercer punto de Boric es una crítica a la derecha en Chile: “la derecha chilena es muy doble estándar. Defienden el derecho a protestar, en otro país. Critican la represión del gobierno, en otro país. Se escandalizan por falta de pluralismo en los medios, en otros países”…

Y es cierto,  efectivamente eso es lo que hace la derecha, y además miente. Porque si de concesiones se trata, si de libertad de expresión se trata, en Venezuela hay muchos más mecanismos pese a tener a fuerzas sediciosas activas y hostiles a la institucionalidad dentro. Pero eso no es “doble estándar” compañero, son intereses de clase.

La derecha, al estar en el sitial hegemónico en Chile, no tiene pudor en así asumirlo. Nos empuja a nosotros al debate moral, a los principismos, cuando ellos sin tapujo se pasean desde la democracia a la dictadura, de la violencia al pacificismo sin ningún problema. Porque ellos sí que han entendido los principios de Marx al parecer mejor que muchos de los que se dicen de izquierda.

Finalmente viene su remate Por último, yo condeno y lamento la violencia sin matices, pero no por eso me sumo al golpismo de Leopoldo Pérez, Machado y Ledezma. Esa historia ya la escribieron aquí y terminó muy mal. Ojalá el pueblo venezolano logre, con autodeterminación y en forma pacífica, salir adelante de esta crisis, fortaleciendo su democracia y recuperando la convivencia entre hermanos

¡Qué bien que condene los intentos golpistas! No se esperaba menos. Pero como espera usted que se haga frente a dicho plan violento y nefasto que se articula desde la embajada norteamericana. ¿Una convivencia pacífica  con Leopoldo Pérez quien firmó el año 2002 el Acta de Carmona?

El problema no lo resuelve la violencia, eso es claro, por ello es fundamental que se guíen los esfuerzos en base a un plan que debe estar marcado por un importante proceso de mejorías del modelo, haciendo frente a la corrupción y a la crisis económica; apostando por mantener todo el apoyo popular que este proceso a logrado desplegar y avanzando en el paso de las clientelas políticas –que mucho sirven para ganar elecciones pero poco para profundizar y defender procesos- a la militancia político social, y en ello consolidar lo hasta ahora avanzado. Sin embargo, es perentorio poner freno definitivo a la sedición, y a los planes golpistas. En eso, al contrario de lo que usted señala, y como todo marxista en Chile ya debiera haber aprendido, no sirven los pactos de hermandad ni las buenas voluntades.

¿Si acaso la sedición continúa y se desata una guerra civil –lo cual claramente esperamos que no suceda- debemos suponer que en base a los  principismos y buenas voluntades enarboladas por Gabriel habría que tomar palco? Tal como ha  señalado el futuro diputado, hay que preguntarse por qué pasa esto en Venezuela. Si considera que la respuesta está por sobre todo en las gestiones y errores del proceso –y gobierno-, es también entonces de suponer que cree que hay un camino para la izquierda anticapitalista en América Latina que puede evitar los enfrentamientos con las fuerzas más sediciosas de nuestro continente. ¡Que peligrosa sentencia en alguien que busca contribuir en la construcción de un nuevo proyecto revolucionario en Chile!

En momentos históricos como los que se viven en Venezuela, donde se están destrabando los principales nudos de la Historia, donde la victoria de unos es la derrota de otros, es cuando no se permiten en política posiciones ambiguas, o imposturas. Cuando se agudizan las contradicciones o se toma partido con quienes buscan sabotear el proceso y retrotraer la Historia, aun a costa de generar derramamiento de sangre del propio pueblo, o se está con quienes valientemente, con fuerza y con coraje, se oponen a dichos intentos golpistas.

En la historia no se aplican las reglas del Barón de Coubertin. Al menos para la izquierda, hay solo una postura posible.