jueves, 8 de mayo de 2014

La ofensiva imperialista


Iván Vitta

En las últimas seis semanas, la escena internacional ha estado marcada por los sucesos de Venezuela y Ucrania, donde se han producido intentos de desestabilización en los que las huellas digitales del imperialismo estadounidense resultan inconfundibles. Los resultados están aún lejos de los objetivos: en Venezuela, la campaña de desestabilización aparece controlada y acotada a un pequeño número de municipios de clase alta; en Ucrania, se logró el derrocamiento del presidente Yanukovich y la instalación de un gobierno de facto hegemonizado por sectores de la extrema derecha nacionalista, pero Rusia respondió alentando y logrando la reincorporación de la península de Crimea a la Federación Rusa, debilitando al gobierno de facto ucraniano y fortaleciendo su propia posición en la zona.

Los objetivos políticos del imperialismo son claros: en Venezuela, alterar radicalmente la correlación de fuerzas en A. Latina, removiendo al principal actor político de la autonomía con que ha actuado el subcontinente respecto de EEUU y aislando a Cuba. En el de Ucrania, cercar a Rusia aislándola de un territorio que desde el siglo XIX es visto por los dirigentes políticos europeos como clave para contener al gigante euroasiático.

Estos objetivos son a su vez la materialización del objetivo central de la política de EEUU desde el colapso de la URSS: impedir el surgimiento de potencias globales que desafíen su hegemonía.

Ese objetivo enfrenta dificultades crecientes a nivel global, dado el sostenido proceso de debilitamiento económico de EEUU a nivel mundial. Al finalizar la II Guerra Mundial, el PIB de EEUU era aproximadamente el 50% del PIB mundial; en 1975, alcanzaba a un 25%; hoy en día, es alrededor del 20%. Sectores económicos emblemáticos de su potencia industrial han acabado emigrando a otras latitudes, como el sector automotriz o la electrónica. En otros renglones industriales de alta tecnología, EEUU ha perdido su hegemonía frente a sus competidores globales, como ha ocurrido en la industria aeronáutica con la fuerte competencia del consorcio europeo Airbus contra Boeing.

A lo anterior se suma su fuerte endeudamiento, que ha hecho a EEUU pasar de ser el principal acreedor a ser el principal deudor mundial. En ello ha influido fuertemente su astronómico déficit fiscal, impulsado por sus enormes gastos militares.

Esta erosión de su hegemonía económica no significa, sin embargo, el debilitamiento absoluto de su posición de poder, en especial en el terreno militar, donde EEUU continúa siendo, y por lejos, la primera potencia mundial, con una red de 900 bases militares en todo el planeta. 

Pero EEUU encuentra crecientemente dificultades para hacer uso de esta fuerza militar. Si en los años 90 pudo intervenir abiertamente en Yugoeslavia, sin ninguna oposición a nivel internacional, ya en su segunda intervención en Irak, el año 2003, encontró fuerte oposición. El año recién pasado, no pudo reunir apoyo político para una intervención en Siria, incluso de parte de un aliado casi incondicional como el Reino Unido.

Las dificultades políticas no se reducen, empero, a su intervención militar, sino también a sus esfuerzos diplomáticos y económicos. En la obstaculización de éstos, Rusia y Venezuela han desempeñado roles protagónicos. Rusia neutralizó el año 2008 a uno de los aliados incondicionales de EEUU en el Cáucaso, Georgia. Las negociaciones entre Rusia y la Unión Europea, finalmente, dejaron fuera a EEUU de la resolución de la crisis.

Venezuela debutó a nivel internacional, por su parte, encabezando la oposición al Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, en la cumbre de Mar del Plata, el año 2005. Encabezó el proceso de revoluciones nacionales antiimperialistas al que se sumaron luego Bolivia y Ecuador y es un aliado político y económico clave de Cuba. Su influencia política, además, permea a gobiernos que no son revolucionarios pero que llevan una línea política internacional más autónoma respecto de EEUU, como Brasil y Argentina.

EEUU ha decidido remover estos obstáculos. Contra Venezuela alienta a la oposición derechista y golpista y pone su aparato mediático mundial al servicio de la desestabilización, intentando repetir el fracasado golpe del año 2002. Contra Rusia, intenta rodearla de territorios hostiles aliados de EEUU, para emplazar sus misiles, como ocurrió anteriormente con Polonia. Adicionalmente, busca evitar la constitución de polos que amenacen a nivel regional sus posiciones, como un eje París-Berlín-Moscú en Europa o Moscú-Beijing en Asia.

No hay que confundirse con EEUU: a pesar de su debilitamiento relativo, sigue siendo la principal fuerza de choque del imperialismo a nivel internacional. Su capacidad militar y su posición económica aún como primera economía del mundo siguen siendo fuentes de poder político y diplomático. La lucha antiimperialista sigue teniendo en EEUU a su principal enemigo. Los hechos recientes en Venezuela y Ucrania lo demuestran.

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